Antonella esperaba impacientemente que Dominique viniera a buscarla. En un lugar seguro, donde nadie de su familia pudiera verla, lloraba. Francesca se había ido sin saber que tenía un nieto. Enrico jamás la perdonaría por haberse marchado, y ahora Alessia era la prometida del padre de su hijo. Cuando pensaba en esas cosas, consideraba que trabajar para Claus era un paraíso comparado con el infierno de esa ciudad.
Observó a Dominique estacionar el coche, aun con el motor encendido. Entró en el vehíc*l* en silencio, notando que Adam no estaba con ella. El corazón de Antonella se congeló en el pecho.
—No te preocupes, Adam está seguro —dijo Dominique, pero, aun así, Antonella no se calmó—. Está con mi madre. Ya es una señora mayor, pero todavía tiene el juicio en perfecto estado.
Antonella suspiró aliviada, pero permaneció en silencio. Yerra como si no supiera qué decir sobre todo lo que había sucedido ese día. En ese preciso momento, Dominique ya sabía que algo no iba bien. Conocía muy