El corazón del guardaespaldas: 3. Muchísima tentación
El rumor de los neumáticos… y el de una lluvia próxima.
Leonardo miró a esa chiquilla de ojos azules y profundos a través del espejo retrovisor y cayó en cuenta de algo; quería prolongar el tiempo junto a ella un poco más.
Se detuvo en un semáforo, pensó rápido y viró en la dirección opuesta que ella le había dado hacía un rato — misma que ya sabía con ojos cerrados —
De pronto, en medio de la bruma y el cosquilleo que le hacía sentir su colonia en el interior de su estómago, notó que no se dirigían a su apartamento en el centro de Milán.
Pestañeó.
— ¿A dónde vamos? — preguntó, tímida. Él volvió a mirarla a través del espejo retrovisor y extendió una sonrisa en su cara.
— Iré a comer algo y tú me acompañarás, muero de hambre — no mentía, ese día solo había la pasta que pidió en la cafetería que quedaba cerca de su universidad y nada más.
A diferencia de ella, él era un hombre con bastante apetito.
— Pero… yo debo llegar a casa.
— ¿Por qué? ¿Te espera alguien? — preguntó, sabía