El corazón del guardaespaldas: 26. Su lugar seguro
Ni bien había tomado el pomo entre sus dedos cuando sus manos grandes y gruesas la tomaron firmemente de la cintura.
— ¿Qué está mal contigo? — fue lo que le preguntó al girarla — Estamos hablando.
Ella alzó la vista y lo miró con lágrimas agolpadas en sus ojos.
— No, si estás molesto, no quiero hablar contigo — dijo, dolida, aunque indiferente a él todo el tiempo. No era justo la forma en como la estaba tratando.
— Ara, esto es serio, necesitamos hablar — murmuró, intentando calmarse. Odiaba verla llorar — Es importante que…
— No estoy embarazada — musitó ella, apartando la mirada y clavándola en algún punto que no fuese él.
— ¿Qué…? — arrugó la frente. No entendía nada.
— Me escuchaste, no estoy embarazada, ahora puedes dejar de estar molesto y no tratarme de la forma en la que llevas haciéndolo todo el día.
Maldición, tenía razón, se había estado comportando como un idiota con ella y no se sentía orgulloso de ello. Todo el peso de la culpa cayó sobre él como toneladas, desinflándol