34. Solo he querido que tú y el bebé estén seguros
— ¿Qué pasa, Emilio? — preguntó la joven mujer del italiano, pestañeando, sin entender nada.
De un momento a otro, las inmediaciones del edificio estaban rodeadas por un séquito de hombres armados que los custodiaban e intercambiaban palabras y órdenes por una pulsera de caucho en sus muñecas.
La muchacha pasó saliva, desconcertada, jamás había visto tanta seguridad junta en su vida, excepto en las noticias, cuando nombraron a Mauro Ferragni el nuevo alcalde más joven de roma.
Emilio no contestó, estaba a la espera, con ella firmemente agarrada a su mano, atento a la nueva y precisa información de lo que diablos estaba sucediendo.
— Bien, nos haremos cargo desde aquí — expresó Leonardo a través del dispositivo de comunicación antes que encarar a la enamorada pareja —. Señor, efectivamente, las imágenes en las cámaras demuestran que un intruso no solo ingresó al edificio, sino que intentó forzar la entrada del departamento.
— ¿Sabemos ya de quien se trata? — preguntó Emilio, más que im