33. No soy posesivo, solo cuido lo que es mío
Después de veinticinco minutos de trayecto, la miró de reojo; estaba hecha un ovillo en el asiento del copiloto, observándolo como si no hubiese nada más a su alrededor.
— ¿Cómo te sientes? — le preguntó, un poco serio, aunque todavía bastante preocupado.
— Bien, creo que solo ha sido un día de excesos para mí — musitó tranquila y él asintió, aliviado por saber que se encontraba mejor, pero furioso por lo que había tenido que presenciar en esa fiesta… ¡dos veces!
Primero, le decía a su primo que no eran nada, así, con tanta facilidad, luego que estaba muy bien con que él la sujetara y encima… maldición, encima permitió que ese imbécil la tocara como si tuviera derecho, y no, no lo tenía, nadie más que él podía tocarla.
Los celos lo carcomieron, eso era un hecho indiscutible, aunque se sorprendía de sí mismo, pues nunca antes había sido un hombre posesivo o celoso con lo suyo, ni siquiera un poco, pero ahora que ella existía en su vida no podía evitarlo, de verdad que no, era un sent