Cap. 36. Lo que pasó después
—Adentro hay una mujer que necesita que hagas lo que ella te dice, sin preguntar, solo confía en que lo que hagas va a ayudar a Rowena.
El joven entró y Zafica preguntó.
—¿Tú la amas?
—Sí. Ella es mi luna.
—Entonces, llámala, di su nombre.
—Rowena…
—Su nombre es Rowena Claire.
—¿Solo eso?
—Di su nombre y no preguntes nada más, pídele que vuelva.
El joven lo hizo, la mujer le pidió a Boris que no se detenga. Una y otra vez repitió su nombre hasta que llegó el amanecer y el joven, cansado de tanto llamarla, se durmió a su lado.
Zafica le colocó aceite bendito en la cabeza y comprobó que la fiebre había bajado considerablemente y se fue a descansar.
Gilberto esperaba resultados y la mujer le contó.
—La fiebre cedió, eso es una buena señal, esperamos que reaccione.
—¿Qué fue lo que realmente sucedió con ella? —preguntó Bertino.
—Los espíritus la tomaron y ellos se llevaron su alma, su cuerpo está vacío, pero su mente y su alma están con ellos.
—¿Ella debió morir?
—No, a veces nuestra alma