Cap. 37 El diario de Ana Julia
Rowena buscaba algo que ponerse, estaba muy desconfiada.
—¿Crees que desee atacarnos?
—Anabel dice que recibiremos una sorpresa.
—Me da miedo —dijo un poco incómoda.
—Usa las joyas que te obsequié, te quiero linda y radiante.
Ella se fue a cambiar de mala gana, pues se sentía bastante mal, mareada y un poco incómoda, se puso su mejor vestido y bajaron.
Encontraron a Jordano en la sala, muy elegantemente vestido, y se saludaron afectuosamente. Enrietta bajó en compañía de Anabel.
Rowena sintió que algo iba a suceder. Enrietta sonreía como si nada hubiese sucedido entre ellos y les dijo afectuosamente.
—Me alegro de tenerlo juntos a todos —les dijo—. Bienvenido a esta casa, Jordano.
—Buenas noches, señora.
—Rowena ese vestido le queda de maravilla, nieto, estás divinamente hermoso esta noche.
—Gracias, abuela.
—Los he reunido porque he meditado muy bien en cada acción que he tenido —hizo una pausa para decir—. Me he comportado, obstinadamente, con ustedes. Mis tradiciones y forma de pens