El corazón de Katerina salta con vehemencia mientras un escalofrío le recorre todo el cuerpo.
Sus ojos, agrandados, observan a su empleado con asombro, incredulidad y desconcierto.
Simplemente no puede asimilar que él se haya atrevido a decir tal disparate.
—Gio... —balbucea ella, desorbitada.
Todavía se le dificulta procesar lo que sucede y se encuentra en estado de shock.
—Mi amor, sé que lo quieres mantener en secreto, pero no tiene sentido si nos vamos a casar y a formar una familia. —Él le vuelve a besar las manos y la mira a los ojos con cariño.
Katerina le devuelve la mirada alelada.
Si no lo conociera, se creería su sabrosura, ya que desempeña bien su papel. Eso la lleva a preguntarse: ¿cuántas veces tuvo que actuar para poder cumplir su papel de amante con esas mujeres que le pagaban por placer?
—¡Esto debe ser una broma de mal gusto! ¡¿De buenas a primeras se van a casar?! —profiere Tom, casi alterado.
—¿Eso en qué te afecta a ti, amorcito? —cuestiona Aurora, ofendida por su