una sensación extraña.
Una sensación extraña se apoderó de Sol luego de visitar aquella boutique. Era similar a la que sintió la primera vez que pisó Ciudad A: un temblor interno, como si una pieza perdida dentro de ella intentara encajar en su lugar. Los días pasaron, pero la inquietud persistía como un eco que no lograba silenciar.
Camino al hospital, Sol avanzó por los pasillos con paso cansado. Había sido asignada de forma permanente al área de pediatría. No era un mal lugar… pero tampoco su primera elección. Aun así, no protestó. Empujó la puerta del consultorio y encontró al médico revisando varias historias clínicas. De pronto, él se detuvo en un expediente, frunció el ceño y su expresión cambió como si hubiese descubierto algo importante.
Sin levantar totalmente la mirada, se acercó a ella.
—Te necesito disponible este fin de semana —dijo con voz firme—. Viajaremos a visitar a un paciente.
Sol parpadeó. Su único descanso se le escapaba como arena entre los dedos.
—Sí, señor… —respondió resignada.
El