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NOTICIA DE ÚLTIMA HORA: LA BODA DEL AÑO
La ciudad capital está inundada de gozo. Esta noche se celebra la unión entre Michael Drucker, el segundo hijo del poderoso imperio corporativo Drucker, y la señorita Aysel Porter, hija del influyente empresario Ricardo Porter. La ceremonia tendrá lugar en la Gran Iglesia Imperial del Distrito Financiero.
Gran Iglesia Imperial
—Señor, ya está todo listo. La señorita Aysel llegará en breve — anunció uno de el mayordomo del lugar.
Michael asintió con una sonrisa serena, mientras abotonaba los gemelos de su camisa, un recuerdo lo envolvió, tan vívido que casi podía sentirla cerca.
Flashback
En una habitación privada del restaurante , Aysel lo esperaba emocionada. Michael abrió la puerta y encontró a Aysel sentada a la mesa, con el rostro iluminado por una sonrisa que solo era para él.
—Cariño, hoy he pedí los platillos que más te gustan — dijo ella, tomando los palillos para servirle unos camarones.
Él la contempló en silencio, con ternura. Se acerca, toma su rostro con ambas manos y la besa con una profundidad que decía todo lo que sentía.
—Te extrañé estos días —murmuró Michael al separarse, sin soltarla del abrazo—. Déjame abrazarte y besarte un minuto más.
Después de un largo momento, Aysel se apartó con picardía. Rebuscó en su abrigo y sacó una pequeña caja, que sostuvo con fuerza antes de entregársela.
—Feliz cumpleaños, cariño.
Michael sonrió al recibirla. Al abrirla encontró unos gemelos de oro blanco, uno grabado con una "M" y el otro con una "A".
—Quiero que los lleves siempre. Fueron hechos especialmente para ti. Son el símbolo de este momento tan especial. Revisa bien la caja… —le dijo Aysel con complicidad.
Él lo hizo, y encontró un pequeño papel enrollado. Al desdoblarlo, la incredulidad nubló su vista. Levantó la mirada hacia ella.
—¿Aceptas?
Aysel asintió lentamente, mientras lágrimas de alegría corrían por su rostro.
—Acepto ser tu esposa.
Michael se levanta y la atrae hacia un abrazo.
Fin del flashback
Michael salió del recuerdo con un suspiro, su dedo acarició la "A" de uno de los gemelos. Miró el reloj de la pared y, con un paso confiado, se dirigió al altar.
Al ocupar su lugar, su corazón latía con tanta fuerza que le parecía irreal, mientras observaba a familiares y amigos. Unas palmadas en su hombro lo sacaron de sus pensamientos y escucha la voz de su hermano.
—No puedo creer que mi hermanito se case primero que yo —dijo Noel , dándole una palmada cariñosa en el hombro.
—¿Qué puedo decir? La vida me regaló a la indicada. Ella siempre estuvo ahí.
—Cierto. Quién iba a pensar que la hija del mejor amigo de papá sería tu gran amor.Michael bajó la mirada hacia los gemelos.
—Ella es la única mujer que podré amar.Siguieron conversando un rato, hasta que de repente la puerta de la iglesia se abrió bruscamente. Un grupo de hombres entró con precipitación, acompañando a Walter Porter, el Tio de Aysel. El silencio lo invadió y un murmullo de confusión recorrió los bancos.
Michael se apartó de su hermano y corrió hacia su tío Walter. Al acercarse, notó sus ojos enrojecidos y un mal presentimiento lo atravesó. Una punzada de frío se incrusto en su pecho. Su mirada buscó instintivamente a Aysel entre los recién llegados. No estaba.
—Tío, ¿qué sucede?
Walter guardó silencio unos segundos antes de levantar la mirada.
—Hijo... Aysel y Susan venían hacia aquí... pero... —Hizo una pausa agonizante—. Tuvieron un accidente. El auto cayó al mar desde el acantilado.
Las piernas de Michael flaquearon. Su hermano, Noel, estaba a su lado en un instante, sosteniéndolo. Cuando recuperó el aliento, el mundo se había reducido a una sola misión. Arrebató las llaves del coche de las manos de Walter.
—Noel, consigue la ubicación exacta. Voy para allá.
—No pienso dejarte ir solo —respondió su hermano, quitándole las llaves con firmeza—. Yo conduzco.
El trayecto fue una tortura. Al llegar al lugar, la escena era un caos de luces giratorias y cintas de policía. Michael saltó del vehículo antes de que se detuviera por completo. Localizó a Ricardo, quien, pálido y demacrado, hablaba con un detective.
—¿Ricardo? —la voz de Michael era áspera por la desesperación—. ¿Ya la encontraron?
—Están buscando, Michael —respondió el hombre, con la mirada perdida en el mar oscuro—. Pero las corrientes... es muy difícil. Mi niña...Michael siguió su mirada hacia las aguas, una angustia paralizante apretándole el corazón. De repente, un grito surgió entre el grupo de rescate, cortando la noche como un cuchillo.
—¡Han encontrado un cuerpo! ¡Es una mujer!
El mundo de Michael se detuvo. Allí, paralizado en el borde del acantilado, su corazón suplicó en silencio que no fuera ella.







