En ese instante, los dos jóvenes tomaron la decisión tácita de abandonar la mansión discretamente. Con movimientos sigilosos, descendieron del tejado por el pasadizo secreto y se deslizaron por los jardines, procurando no ser vistos por ningún empleado. Juntos, emprendieron la caminata hacia el centro de Villa Esperanza, un trayecto de unos quince minutos a pie desde la imponente residencia de los Contreras. Durante el camino, Magaly, con su entusiasmo característico, continuó relatándole a Javier los detalles de sus recientes "aventuras": el descubrimiento de la manta, la visita al orfanato, el encuentro con la entrañable señorita Milagros y la sorprendente revelación del jardín tejido. Javier, absorto en sus palabras y en la vivacidad de su narradora, se limitaba a observarla con una mezcla de fascinación y creciente curiosidad. La intensidad con la que Magaly contaba su historia y la seriedad del misterio que la rodeaba comenzaban a capturar por completo su atención.
—¿Qué me miras