Laura comenzó a darnos instrucciones detalladas sobre lo que esperaba de nosotros. Nos explicamos que la casa llevaba mucho tiempo cerrada y que el polvo y la suciedad se habían acumulado por todas partes. Su prioridad era que las habitaciones principales y los salones estuvieran impecables para cuando llegara la familia Contreras. Nos dividió las tareas: Richard, con su "fuerza", se encargaría de mover muebles pesados y limpiar las zonas más altas, mientras que yo me enfocaría en desempolvar, limpiar superficies y organizar los objetos más delicados.
Mientras nos poníamos manos a la obra, una extraña mezcla de curiosidad y expectación me invadía. Cada objeto antiguo, cada retrato descolorido, cada mueble tallado con esmero parecía susurrar historias de un pasado lejano. La mansión era un laberinto de salones amplios, pasillos oscuros y habitaciones llenas de ecos. A pesar de la belleza decadente de muchos de los objetos, mi mente estaba enfocada en otro objetivo: encontrar cualquie