Samantha
¿Acaso el destino se empeñó en arruinarme el día? Primero discuto con las chicas, luego me topo con Cristian, y ahora esto. Si alguien tiene un arma a mano, que me dispare de una vez, porque no creo poder soportar otro encuentro desagradable e insoportable.
Ahí está ella, como salida de una pesadilla de terror que juré haber superado, Cristal, con una sonrisa de burla característica de ella. Esa sonrisa que siempre logra ponerme al borde de la locura. Y que dan ganas de estrangularla.
—Con que es verdad que estás aquí —dice, arrastrando las palabras como si saboreara cada sílaba. Todo sin dejar de reírse.
Respiro hondo, tratando de mantener la calma, aunque las ganas de arrancarle cada hebra de su cabello son cada vez más difíciles de ignorar. Quisiera partirle la cara y borrarle esa estúpida sonrisa. La miro con una sonrisa, porque darle el gusto de ver mi molestia sería como darle un trofeo a esa maldita.
—Y tú sigues viva, qué sorpresa —respondo, arqueando una ceja. —Pensé