Samantha
Los tres estamos acomodados en la sala. La tensión es tan espesa que casi puedo saborearla. Un silencio largo, pesado, incómodo, envuelve todo. Y mi ansiedad empieza a trepar por mi garganta. Si nadie dice algo pronto, literal me dará un ataque.
—Al parecer nadie dirá nada —rompo el silencio con la voz temblorosa—. Pero antes de que Cristal hable, necesito… no, exijo saber algo.
Mis ojos se clavan en Gregorio. Él asiente, serio, firme, como si ya supiera lo que voy a preguntar.
—¿Cómo fue su relación con mi madre? —pregunto, sintiendo el corazón latiendo muy rápido—. Necesito saberlo. Recuerde que se lo pregunté en la cafetería y no me dio respuesta. Salió huyendo, aunque dijo que tenía algo que hacer, pero ahora mismo… no le creo ese cuento.
Gregorio suspira largo, profundo, como si removiera polvo del pasado que nunca quiso volver a tocar. Se acomoda en el sillón y pasa la mano por su rostro, cansado… frustrado.
—Primero… —dice mirando a Cristal, quien lo observa en silenc