Samantha
Alzo la mirada y me encuentro con esos ojos azules que tanto he amado. Ahora me miran con preocupación, miedo y dolor, todo al mismo tiempo. Mis lágrimas ruedan solas, y aun con el alma hecha pedazos, una sonrisa se escapa de mí: seré libre… él vino por mí. Cristian me rescató.
Pero enseguida una sombra cruza mis pensamientos: su desconfianza permitió que esto pasara. Aunque en parte yo tengo culpa. Si no me hubiera quedado callada otra historia seria, pero Cristian no confió en mí, dudo y eso duele, mucho. No ¿en qué estoy pensando? Este no es el momento de reproches. Ahora solo quiero salir de aquí.
Siento cómo poco a poco las ataduras dejan de existir. El dolor en mis muñecas y pies arden, pero la sensación de que ya no estoy prisionera es más fuerte. Veo a Cristal, está aquí, cumplió su promesa de ayudarme, de liberarme.
Intento moverme, pero el cansancio me paraliza. No tengo fuerzas. Mis brazos y piernas se sienten entumecidos, como si no me pertenecieran. Es normal, tr