Capítulo 11

—Son los caballos de Ares, no te preocupes cariño—

— ¿Qué sucede con ellos? — La miro con curiosidad.

Debido a mi encierro, nunca he podido tener ninguna mascota, sólo he leído sobre los animales que habitan en el Olimpo y en el mundo mortal.

—No quieren comer cielo, les han dado de todo y se niegan a comer algo, por eso están inquietos—

Miro a la sirvienta que tiene el rostro lleno de angustia, sospecho que el relinchido de los caballos es una mala señal, pongo una de mis manos sobre mi barbilla y se me viene a la mente las manzanas de mi árbol.

—Puedo darles de mis manzanas madre—

Ella y la sirvienta abren los ojos de par en par, mi madre me toma de las manos con suavidad para luego posar su mano derecha sobre mi mejilla con cariño.

 

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