Gisela fue al banco de inmediato en busca del dinero, luego tomó un taxi, y, veinte minutos después, llegó al hospital. Al entrar en la habitación de su madre, encontró a Marta estaba tumbada en la cama con la pierna enyesada, mientras su hermana Leticia, de unos veinte años, estaba sentada en una silla, gritando mientras jugaba jugando a un videojuego.
—Mamá, ¿qué pasó? —preguntó Gisela, acercándose con un poco de fruta y dejándola sobre la mesa, mientras miraba a Marta con preocupación—. ¿Cómo te rompiste la pierna?
—Me caí limpiando, no fue algo grave —dijo Marta vagamente, un tanto asustada.
—¡Se cayó trabajando! —dijo Leticia fríamente—. Fue a trabajar de portera, limpiando cristales, y se cayó, no podía ni levantarse.
—Mamá, ¿no sería mejor que fueras conserje en la biblioteca? ¿Por qué tienes que ir a ser limpiadora? —preguntó Gisela, frotándose la frente, molesta.
Marta agachó la cabeza, temerosa de hablar.
—Bueno, tiene mucho tiempo. También es una tonta, se ha caído en casa d