¿Podría estar soñando?
Gisela se levantó y preguntó con calma:
—¿Me lo das o no?
—¡No! —se enfadó Josefa porque Gisela no la respetó—. Gisela Lis, si no quieres vivir con mi hijo, ¡divórciate de él!
—¿Cómo iba a divorciarme si quiero tanto a Ricardo y tengo un hijo? —Gisela sonrió levemente, sabiendo que Josefa no le pagaría si la táctica no fuera despiadada.
Gisela sacó el móvil del bolso, le enseñó un vídeo a Josefa, y esta no sabía lo que tramaba y, cuando la vio a ella misma en el vídeo, reaccionó al instante e intentó arrebatarle el teléfono, pero Gisela la esquivó con ligereza.
—Tengo más de uno —Gisela dijo—. ¿Qué crees que pensarían esos amigos tuyos, sabiendo que haces trampas cada vez que juegas al póquer con ellos y les robas?
—¡Qué estás balbuceando! Habrás conseguido que sintetice este vídeo! —Josefa maldijo, pero por dentro estaba presa del pánico—. ¡Hijo de puta!
Cuando Josefa se abalanzó a ella, Gisela le dio una patada en la rótula y se cayó en el suelo, la frente san