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El «Club Paraíso» era uno de esos lugares oscuros y llenos de lujuria, famoso en la ciudad por su alto consumo de alcohol y su ambiente desenfrenado en el que se podían encontrar todo tipo de hombres y mujeres. Gisela, sentada en la barra, con varios vasos de whisky frente a ella, empezó a idear una retorcida solución para lo que sentía como una injusticia. Si iba a tener un hijo con cualquier hombre, ¿por qué no elegir uno guapo? ¡Eso haría que el niño fuera más guapo!

Mientras pensaba en esto, observó la pista de baile. Fue entonces cuando se fijó en un hombre que destacaba entre la multitud, aunque no lo podía ver con claridad. Alto, elegante, con un porte que gritaba poder. Lo seguían unos tipos de traje, como si fuera el rey del lugar.

Era una opción perfecta. Una vez decidida, Gisela respiró hondo, se alborotó el cabello y caminó hacia ellos, fingiendo estar más borracha de lo que estaba.

—¡Qué mareo! —exclamó, acercándose a su objetivo.

Al pasar junto a ellos, Gisela fingió torcerse un pie, cayendo directamente en los brazos de Sebastián, el líder del grupo. Él la sostuvo con firmeza. Gisela, envuelta en aquel frío abrazo, percibió un fuerte olor a testosterona y sintió como perdía un poco la cordura.

—Hueles bien...

Sebastián frunció el ceño, mientras su ayudante especial y un grupo de guardaespaldas, que estaban detrás de él, se quedaban boquiabiertos: ¡qué mujer tan atrevida!

—Señorita, tenga cuidado con lo que hace —dijo el hombre con frialdad.

Gisela se quedó en shock. Aquella voz familiar le hizo levantar la vista, y encontrarse con su mirada severa, los latidos de su corazón casi se detuvieron. Se quedó mirándolo fijamente, con los ojos muy abiertos, sin poder creer lo que veía. Tras un largo silencio, finalmente, preguntó con incredulidad:

—¿Tío Sebastián?

Dios mío, ¿qué demonio había hecho? ¡Sebastián era el tío nominal de Ricardo! Aunque se sabía que era hijo adoptivo del abuelo Fuentes, dado que no tuvo hijos, este lo había enviado al extranjero a estudiar administración desde muy joven, ¡entregándole la sucesión del Grupo Fuentes el día que cumplió 60 años! Más tarde, Sebastián se convirtió en figura poderosa en toda la ciudad Capilidad.

Josefa, la suegra de Gisela, había intentado acercarse a Sebastián en varias ocasiones, presionando para que influyera en la carrera de Ricardo, alegando que él tenía la decisión del ascenso y la caída de Ricardo en el cargo. Sin embargo, por desgracia, él nunca le había prestado atención. Por lo que apenas pudieron ver a Sebastián, por lo que esa era la primera vez que Gisela estaba tan de cerca de él.

Sebastián la miró fríamente, como si pudiera leer sus pensamientos.

—Lo siento, tío Sebastián —murmuró Gisela, apenada por la situación.

Sebastián reaccionó cuando Gisela le llamó «tío Sebastián» por segunda vez. Frunció el ceño y luego soltó a Gisela, con los ojos tranquilos, y comenzó a alejarse. No le interesaba una mujer tan atrevida.

—¡Un momento, tío Sebastián! —Gisela se armó de valor. ¿Qué tal si conseguía su apoyo? Decidió intentarlo, mostrando un aire ingenuo y vulnerable—. Estoy teniendo un mal día y he tomado demasiado vino, ¿te parece bien dejarme sola en el bar? Este no es un lugar seguro.

Lo observó disimuladamente, viendo que Sebastián continuaba mostrándose indiferente, por lo que, con una calculada actuación, acarició su tobillo, mostrando una expresión de dolor.—Además, me acabo de torcer el pie y me duele mucho —añadió con voz temblorosa, intentando llamar su atención de manera convincente.

Sebastián, que hasta ese momento había permanecido inexpresivo, sonrió ligeramente, en un gesto que reflejaba curiosidad.
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