Capitulo sesenta y uno.

El jardín del palacio se extendía bajo la luz plateada de la luna, cada hoja y pétalo reflejando su resplandor con un brillo sereno.

Aunque el invierno cubría el reino, en ese lugar se sentía cálido, como si el viento susurrara consuelo en lugar de frío. Ylva caminaba lentamente, absorbiendo la tranquilidad de la noche.

A su lado, Ethan la acompañaba en silencio, su presencia tan firme como reconfortante. De pronto, la envolvió en un abrazo, su calidez contrastando con la frescura del aire nocturno. Sin decir mucho, inclinó su rostro y la besó con ternura, un gesto que hablaba más que las palabras.

Cuando se separaron, sus ojos se encontraron, llenos de certeza.

—Todo estará bien, mi amor —le aseguró, su voz baja pero firme—. Podrás ayudar a tu mamá.

Las palabras resonaron en el pecho de Ylva, como una promesa, como una verdad que ella misma debía aceptar.

Ethan acarició su rostro con gentileza, asegurándose de que ella lo creyera.

—Por eso, debes esforzarte en tu entrenamiento.

Ylva
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