El sol matutino bañaba los jardines del palacio de Arvandor con una luz cálida y suave, mientras las flores llenaban el ambiente con los colores más vivos. Tari estaba sentada en un banco de madera tallada, rodeada de la serenidad de la naturaleza, con una taza de té entre sus manos y una expresión relajada. Parecía estar esperando pacientemente a Ylva y Ethan.Al llegar, Ylva no pudo contenerse. Cruzó los brazos y la miró directamente, con un tono ligeramente molesto.—¿Podrías dejar de darle tantas vueltas al asunto? Desde el desayuno siento como si estuvieras intentando retrasar todo —dijo, sin rodeos.Tari levantó la vista hacia Ylva, con una sonrisa tranquila que sólo parecía aumentar la frustración de la licántropa.—Qué impaciente eres, querida Ylva —respondió, en tono divertido—. Debes cultivar un poco más esa cualidad. La paciencia es una virtud esencial para una reina.Ylva bufó, visiblemente molesta por el comentario.—La paciencia y yo jamás nos hemos llevado bien, Tari, y
Tari se levantó con gracia del banco en el jardín, dejando atrás el aire relajado que había mantenido hasta entonces. Sus ojos brillaban con intensidad, como si las palabras que estaba a punto de pronunciar tuvieran un peso histórico que no podía ignorarse.—Incluso los humanos tienen una profecía, ¿cierto, Ylva? —dijo, con un tono serio pero sereno—. Es más antigua de lo que muchos recuerdan y se remonta al principio de todo.Caminó unos pasos, su mirada perdida entre las flores del jardín como si estuviera viendo escenas de un pasado distante.—En el principio, todo estaba en perfecta armonía. El Dios de los humanos, junto con el dios que creó cada especie, convivían en paz, al final eran como hermanos. Cada ser en la tierra recibía dones, poderes concebidos con un propósito bueno, para traer equilibrio y prosperidad a los mundos. Pero... —se detuvo un momento como si meditara.Tari giró lentamente hacia Ylva y Ethan, su expresión ahora más seria.—Fue entonces cuando la oscuridad e
Tari los guió más allá del Palacio, atravesando los hermosos jardines que parecían no tener fin. Con cada paso, el entorno comenzaba a transformarse. Las flores by el ambiente cálido de los jardines dieron lugar a un bosque que parecía emerger de otro tiempo, envuelto en penumbras y un aire misterioso. Los árboles eran altos y retorcidos, con ramas que se entrelazaban como si quisieran atrapar la luz. Ylva miró a su alrededor, sintiendo un leve escalofrío al adentrarse más en el bosque. Tari, sin detener su paso, habló. —Este bosque —dijo, su voz serena pero profunda—. Aunque su apariencia pueda parecer inquietante, nos ha permitido vivir en tranquilidad. Es como si protegiera nuestro lugar, asegurándose de que nada ni nadie interfiera con lo que construimos aquí. —Ya veo —respondió Ylva—. ¿Exactamente a donde vamos? —Un dragón los llevará hasta Lycandar, así que los llevaré hasta la frontera. Ylva asintió y el silencio se hizo presente entre ellos el cual era interrumpido ún
Draco se enderezó después de su elegante inclinación, su porte majestuoso y el aura imponente que lo rodeaba aún eran perceptibles incluso en su forma humana. Sus ojos verdes destellaban con intensidad, mientras su túnica, que parecía fluir como si estuviera hecha de escamas vivas, se movía ligeramente con el viento.Tari avanzó unos pasos hacia él, girándose ligeramente para que Ylva y Ethan lo observaran.—Permítanme presentarles a Draco —dijo con calma, su voz resonando con el mismo aire sereno que siempre la caracterizaba—. Él es el príncipe del Reino Drakengar.Draco inclinó ligeramente la cabeza una vez más, con un gesto cortés pero también cargado de autoridad.—Es un honor conocerlos —dijo, su voz profunda y llena de una calidez que no encajaba del todo con su figura imponente—. Bienvenidos a nuestro reino y a estas tierras que protegemos junto con los elfos.Ylva miró a Draco, aún impactada por la transformación que había presenciado. Ethan, aunque más acostumbrado a situacio
Ethan y Ylva, se inclinaron ante la reina dragón, reconociendo su autoridad. Sin embargo, la mujer no se mantuvo inmóvil. Con una gracia indiscutible, se levantó de su trono y, en un gesto de respeto, también se inclinó ante ellos. Su cabello negro ondeó con el movimiento, su corona de cristal resplandeciendo bajo la luz tenue de la sala. Al enderezarse, les dedicó una sonrisa.—Mi nombre es Ignis —dijo, su voz profunda pero melódica—. Reina de Drakengar. Es un honor ver de nuevo tu cara, querido, Ethan y especialmente conocerte a ti, Ylva.Ylva, que había mantenido una postura firme, dejó escapar una ligera risa irónica, cruzándose de brazos.—Al parecer, todos estaban esperando por mí, y yo ni enterada —comentó, con un tono de incredulidad evidente.Ignis inclinó levemente la cabeza, observándola con un matiz de paciencia y sabiduría.—El despertar de tu lobo es algo que se ha esperado por décadas —afirmó con serenidad—. Incluso mi olfato de dragón puede oler la sangre de realeza en
Ethan y Ylva caminaban por los pasillos del castillo, sus pasos resonando suavemente en el suelo de mármol oscuro. El vestido azul oscuro de ella caía con elegancia sobre su figura, su tela ligera moviéndose con cada paso, dándole una sensación de frescura que agradecía, aunque en un principio lo había considerado caluroso. Por su parte, él vestía un pantalón jeans y una camisa que hacía juego con el vestido de Ylva, un detalle que, aunque sencillo, creaba una armonía entre ambos.El joven que los guiaba los condujo con discreción, sin entablar conversación, pero con una actitud educada. Los pasillos estaban iluminados con destellos dorados provenientes de los cristales mágicos incrustados en las paredes, dándole un aire de grandeza al ambiente.Finalmente, llegaron al umbral de una gran puerta, donde el joven los miró brevemente, hizo una ligera inclinación de cabeza en señal de respeto y se retiró sin decir palabra, dejándolos solos frente a la entrada del comedor.Al cruzar el umbr
Ethan y Ylva recorrían los pasillos del imponente palacio, ella no podía evitar hacer preguntas, su curiosidad sobre el mundo de los dragones y sus costumbres crecía en su interior. Y es que al final, todo eso es nuevo para ella. Pero Ethan respondió pacientemente a cada interrogante.—Dime algo que aún mi mente no logra procesar ¿Cómo es posible que un humano se case con un dragón? —preguntó Ylva—. ¿Eso realmente funciona? porque al final los dragones viven mucho más tiempo que los humanos, ya que los humanos tienen una vida demasiado corta comparada con cualquiera de nosotros.Ethan la miró con ternura, deteniéndose por un momento para responder.—Es cierto que los dragones viven siglos, incluso milenios en algunos casos, mientras que los humanos tienen vidas mucho más cortas —comenzó—. Pero el amor no entiende de diferencias como esta. Para algunos dragones, el vínculo con un humano trasciende el tiempo. No se trata de cuánto tiempo puedan estar juntos, sino de cómo usan el tiempo.
Ylva Mistral, una hermosa joven que apenas acaba de cumplir sus 18 años, su cabellera blanca como la nieve, y sus ojos de un azul intenso, se encontraba inmersa en un sueño que parecía tan real como la vida misma. Estaba en un lugar encantador, un prado vasto y lleno de flores de colores brillantes que ondeaban suavemente con la brisa. Mariposas de alas iridiscentes danzaban en el aire, creando un espectáculo etéreo bajo el cielo claro y azul. El clima era perfecto, cálido y acogedor, envolviendo a Ylva en una sensación de paz y felicidad.En medio de este paraíso floral, se encontraba una loba de extraordinaria belleza. Su pelaje era de un blanco puro con reflejos plateados que brillaban bajo la luz del sol. Sus ojos eran de un azul profundo, como dos zafiros que reflejaban sabiduría y misterio. La loba irradiaba una majestuosidad serena, y su presencia llenaba el lugar de una energía tranquila y poderosa.Ylva se acercó lentamente, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La