Capítulo sesenta y seis.
La llegada de la familia de Ethan al Palacio de Lycandar fue un reencuentro agridulce. No hubo sonrisas amplias ni celebraciones, solo abrazos apretados, silencios pesados y miradas que decían más que cualquier palabra.
Iván, se apartó con él hacia uno de los balcones de piedra, desde donde se podía ver el bosque ondeando bajo la brisa nocturna. La conversación, inevitable, no tardó en surgir.
—Logramos escapar por los bosques del norte y algunos túneles —le dijo Iván, con el ceño fruncido—. Pero no todos lo consiguieron. Makon… arrasó con todo, Ethan. Lo destrozó. La manada… ya no existe como la conocíamos.
Ethan apretó los puños. Su mandíbula temblaba de la rabia contenida.
—Si yo hubiera estado ahí, papá… —murmuró, la voz áspera por la frustración—. Si no hubiera huido aquella noche, quizás… quizás estarían vivos.
—No digas eso —intervino Dereck, caminando hacia él con determinación—. En ese momento, luchar significaba morir inútilmente, porque Makon tenía un ejército detrás de él.