La habitación estaba en penumbras, apenas iluminada por la luz intermitente del monitor cardíaco. Junior dormía, pero su respiración era más pareja. El color en sus mejillas había vuelto, aunque pálido. Ximena se encontraba a su lado, con los dedos entrelazados con los del niño, como si ese simple contacto pudiera protegerlo de cualquier mal. Aunque una garra seguía apretando su corazón por dentro, tanto que dolía y por momentos no la dejaba respirar. —Hola, mi amor —susurró con una sonrisa temblorosa—. Estás bien. Vas a estar bien. Junior abrió lentamente los ojos, parpadeando como si le costara enfocar. Cuando reconoció a su mamá, sonrió con suavidad. —¿Me quedé dormido? —preguntó con voz baja, sin darse del todo cuenta de lo que sucedía. —Un poco, sí. Pero ya estás despierto, eso es lo importante. Una enfermera golpeó la puerta con suavidad antes de asomarse. —Disculpa, ¿podría salir un momento? Necesito hacerle unos controles al paciente, son de rutina. Ximena dudó, pero finalment