Los días transcurrieron en un equilibrio casi perfecto para Ximena. Durante el día, Roberto se mostraba como un padre amoroso y protector, dedicando cada momento posible a Junior, jugando con él, enseñándole cosas nuevas y riendo a su lado. Por las noches, en cambio, todo cambiaba. Se transformaba en un amante apasionado que la devoraba con besos y caricias hasta dejarla exhausta en sus brazos. Entre ellos no había más dudas, ni juegos de poder, solo deseo, complicidad y algo que, aunque Ximena no se atreviera a admitir, se parecía demasiado al amor. Aquel día, la mañana se había presentado soleada y cálida, perfecta para disfrutar de la playa privada de Roberto. Junior corría entre la arena y la espuma de las olas mientras Roberto lo perseguía, haciéndolo reír a carcajadas con cada intento fallido de atraparlo. Ximena, sentada bajo una sombrilla, los observaba con una sonrisa en los labios mientras hablaba por teléfono con Lula. —De verdad parece otro hombre, Lu —confesó, sintiendo e