Ximena acomodó a Junior en su cama después de leerle su cuento favorito sobre dinosaurios. Mientras observaba cómo su hijo se sumergía en el sueño, la tensión que había logrado ocultar durante el día comenzó a filtrarse en su interior. Sabía que un nuevo enfrentamiento era inevitable, pero nunca imaginó que sucediera esa noche. El golpe en la puerta resonó por toda la casa. Rápido, fuerte, autoritario. Ximena sintió que el corazón le daba un vuelco. No necesitaba mirar por la mirilla para saber quién estaba al otro lado. Roberto. Maldito bastardo, como se atrevía a ir nuevamente a su casa, a veces sentía que podría arrancarle esa sonrisa sarcástica de su bella cara pues le daba tanta rabia e impotencia… “Tranquila Ximena, no le darás el gusto” se dijo a sí misma y respiró hondo, tratando de calmarse, y fue hacia la puerta. Al abrirla, lo vio allí, imponente, con su traje impoluto de diseñador y tan atractivo como siempre, solo que aparte tenía los ojos encendidos de furia y una energí