El sol de la tarde iluminaba las calles de la ciudad mientras Lula y Ximena caminaban juntas, charlando animadamente. Lula, con su típico aire despreocupado, arrastraba a su amiga a las tiendas más exclusivas. Estaban buscando el vestido perfecto para la fiesta que Brad iba a dar en su casa, y aunque Ximena no estaba del todo convencida de ir a esa fiesta ni mucho menos permitir que su amiga le regalara un artículo lujoso, Lula insistía en que ambas se merecían un capricho. Aparte era lindo estar juntas, y por un momento se permitió disfrutar y olvidarse de todo. Así que entraron a una tienda de renombre, esas que solo al entrar ya te hacían sentir que no pertenecías si no llevabas un apellido importante. Las vendedoras, impecablemente vestidas y con narices en alto, no disimularon su desdén al verlas cruzar la puerta. Lula ignoró las miradas, acostumbrada a la frialdad de la alta sociedad, pero Ximena, siempre más impulsiva, no pudo evitar notarlo. —Nos miran como si no pudiéramos pa