Al día siguiente, el sol se filtraba a través de las cortinas de la habitación, llenándola con una luz suave y cálida. Lula abrió los ojos lentamente, sintiendo una sensación de calidez y satisfacción que la envolvía. Recordaba con claridad la noche anterior, y una sonrisa se formó en sus labios mientras giraba la cabeza en busca de Brad. No lo encontró en la cama, pero un suave aroma de café recién hecho llenaba el aire. Antes de que pudiera levantarse, la puerta se abrió despacio, revelando a Brad con una bandeja en las manos. —Bom dia, dorminhoca (Buenos días, dormilona) —dijo con una sonrisa, acercándose a la cama. Lula se incorporó con una sonrisa perezosa mientras él dejaba la bandeja sobre sus piernas. La escena era tan perfecta que le resultaba irreal: una taza de café humeante, jugo de naranja, tostadas con mermelada, y unas flores recién cortadas en un pequeño jarrón que llenaban el aire con su fragancia. —¿Cómo te sientes? —preguntó Brad, sentándose en el borde de la cama,