Roberto la miró con una intensidad que la hizo estremecer, su mirada se volvió más profunda y significativa. —Por lo que te dije antes… —Pero pordrías tener a la chica que quieras, chicas de otros niveles, acompañantes finas… Él suspiró y la observó de pies a cabeza. —En lo que a mí respecta, tú eres perfecta —respondió él, su tono lleno de admiración—. No suelo hacer esto, pero tú eres demasiado hermosa para ignorarte. Tu belleza, tu fuerza, y lo que proyectas son únicas para mí, Ximena — dijo con voz ronca y las bragas de la muchacha se hicieron agua. El ambiente entre ellos se cargó de una tensión erótica palpable. Roberto la tomó de la mano y la condujo hacia la cama, donde se acomodaron en la lujosa colcha de seda. Con un toque suave, él comenzó a desabrochar el vestido de Ximena, sus manos explorando su piel con una delicadeza que contrastaba con la urgencia de su deseo. Ximena respondió a sus caricias, su piel se erizó bajo sus dedos mientras él la desnudaba lentamente. La tens