Ximena cruzó el lujoso lobby del hotel donde se quedaba Roberto con pasos decididos, pero su corazón estaba en un torbellino de emociones encontradas. Cada paso que daba sobre el suelo de mármol parecía resonar en su pecho, y la opulencia del lugar no hacía más que aumentar su inquietud. Vestía un elegante vestido negro ajustado que había comprado de segunda mano pero que acentuaba su figura como si hubiera sido hecho a medida, y sus tacones altos hacían un eco suave en el vestíbulo mientras se dirigía al ascensor. La luz dorada del hotel reflejaba en el suelo pulido y en las delicadas decoraciones, pero para ella, el brillo era opaco frente a la nube de culpa que la envolvía por sentir que de algún modo, estaba traicionando a su amiga. Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el piso de la suite presidencial, Ximena sintió una oleada de nervios y anticipación. Se acercó a la puerta de la suite con la sensación de estar caminando hacia un destino incierto. Su mano temblaba liger