Los días habían pasado lentamente para Olivia. El malestar no cedía, una náusea persistente la acosaba desde que se despertaba hasta que caía la noche y era horrible, naúseas por la mañana que no se podía sacar con nada y un dolor de cabeza persistente que dificultaba hacer su trabajo por las mañanas y la predisponía mal por el resto del día. Al principio pensó que sería un virus pasajero o el estrés acumulado por la falta de señales de Norman, pero a medida que las semanas avanzaban, una inquietante sospecha se instaló en su mente. Especialmente cuando su período no llegó, y al pasar los días esa sospecha tomó más fuerza. Finalmente, una mañana en que la debilidad la obligó a quedarse en casa, decidió enfrentar sus temores. Fue a la farmacia más cercana, compró unas pruebas de embarazo y volvió con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Una vez en su baño, con las manos temblorosas, siguió las instrucciones al pie de la letra. Dos líneas. Positivo. No podía ser se dijo, así qu