Los siguientes días transcurrieron con una calma inquietante para Ximena. La joven continuó con su rutina diaria, trabajando en el club y cuidando a su hijo, pero no podía dejar de pensar en Roberto y en la noche que habían compartido. A pesar de que sus caminos no se habían vuelto a cruzar desde entonces, el recuerdo de su encuentro era como un fuego latente en su interior. Cada vez que su mente se desviaba hacia él, un calor incómodo recorría su cuerpo, mezclado con una extraña sensación de anticipación y peligro. Lula, por su parte, había sido inusualmente escueta en sus últimos mensajes y desde un teléfono con un número nueva. Apenas una línea preguntando si estaba bien e informando que ella lo estaba, lo que era atípico de ella. Ximena había respondido que estaba bien, pero no había recibido más respuesta. Esta falta de comunicación solo añadía una sensación de rareza a la sensación de incertidumbre que la envolvía. Se preguntaba si Lula sabía algo sobre Roberto y lo cerca que es