Mundo ficciónIniciar sesión‹—¿Crees que seré una buena reina?»
—Creo que serás la mejor de todas —susurró la reina Kesia abrazando a una Saija de apenas quince años. —¿Y si no lo hago bien? Quiero que tú y papá estén orgullosos de mí. —Cariño, no hay forma de tu padre y yo podamos sentir cualquier cosa que no sea orgullo por ti —Kesia sonrió mirando a Saija a los ojos—. No importa qué, nosotros confiamos en ti, Ija. Sé que saldrás adelante. —Gracias, mamá. —No importa lo difícil o inesperado que sea el futuro, sé que podrás con todo lo que venga› Y Saija hubiera preferido no tener que hacerlo, que su madre estuviera aquí con ella en estos momentos. Sin embargo, la vida había decidido lo contrario y ahora, debía despedirla e iluminar su camino al descanso eterno con los ancestros. La puertas de la habitación cedieron bajo el peso de un nuevo visitante y ella no alzó la vista de inmediato, sólo habían contadas personas que podrían entrar en a sus aposentos en este momento y ninguna podía ser mal recibida. —¿Estás lista? Saija miró a Esmer a través del espejo, a su traje blanco con ribetes dorados y zapatos de vestir. A su cabello rizado recogido y sus ojos mieles. —Eso creo... —susurró, girando hacia él—. ¿Dónde está padre? —Esperando en la capilla —estiró la mano hacia Saija, ayudándola a bajar del taburete alto donde las damas la habían arreglado con esmero—. Te escoltaré hasta allí. Ella asintió, en silencio y sin soltar su mano. Esmer y ella habían pasado juntos el tiempo suficiente para que el silencio se convirtiera en un lenguaje propio, y ella no necesitaba mirar dos veces para saber todo el dolor que estaba guardando en su alma. Uno que para muchos quizás no era importante, pero Saija lo sabía mejor. Ella se acercó y lo abrazó con ternura, con cariño y profundo amor filial. Porque Saija no era la única que estaba despidiendo a alguien hoy. —Lamento tu pérdida, Esmer —susurró apenas, con los brazos de él apretándose alrededor de su cintura. Esmer escondió el rostro en su cuello y suspiró profundamente. Saija acarició su espalda y sólo entonces, un quejido bajo y ronco llenó el espacio. —Gracias. Y por un momento, no eran una princesa y un general, sino dos hermanos llorando la pérdida de quien fue una pieza fundamental en sus vidas. De una madre. ෴ლ෴ La familia Belanor había fundado Talsha después de que culminara el periodo de "La Quema". Una era oscura que había azotado "El Continente" con fuerza y desdicha, antiguamente llamado Kantlar y ahora, divido en dos, sobrevive día a día. Todo por una línea, una que separaba el mar de Dragmar y con ello, dejaba a los humanos de un lado y a los magos del otro. Mortalvis y Sparklan. Aunque los Benlanor en algún momento fueron de Sparklan, hoy se aferraban a la humanidad de Mortalvis y con ello, a Talsha. El caballo de Saija se movía lentamente sobre la grava que daba al panteón real, como si entendiera la gravedad de la situación y el malestar de su genete. Los rayos del sol apenas calentaban la ciudad, el silencio era profundo y crudo y el lamento la bandera que ondeaba alto en todo el reino. Saija miró la gran entrada, las puertas altas de hierro abiertas para su entrada. Ella apenas respiró, bajando del caballo de un salto. —¿Necesitas ayuda? —Esmer se acercó con una hurna en la mano, era de cristal, cuadrada y pequeña. Saija la observó en silencio, apretando los labios, mirando la bolsita de terciopelo negro que descansa dentro. —Estaré bien —susurró, tomando la hurna entre sus manos—. ¿Me ayudas con el velo, por favor? Esmer asintió y le dió apenas una sonrisa, pero para Saija fue más que suficiente. El velo que caía desde lo alto de su cabeza, fue acomodado. Dorado como el sol, a juego con un vestido de fondo blanco y grabados en oro. Ese era el luto de Talsha. Poderoso, sinceros y brillante. No podía ser de otra forma. Saija dió un paso hacia adelante por el camino adoquinado, escuchando los tambores abrirse paso a través del viento y los canticos ancestrales unirse a la marcha. Su padre la esperaba al final, regio y con el bastón apretado entre los dedos de mano derecha. Él apenas podía conseguirlo, pero aún se esforzaba por despedir al amor de su vida. —Saija —susurró cuando estuvo frente a él. Marcus tocó las manos de su hija sobre la hurna—. Gracias por hacer esto. Él tendría, pero no podía y Saija una vez más, sólo podía entenderlo. —Está bien. Saija siguió su camino y colocó las cenizas de Kesia Belanor junto con todos los ancestros de la casa real. Por último, la corona de la reina fue fundida y con ello, creado una placa con su nombre. El incienso se gastó, un trago a su infinita paz tomado. Y cuando Saija alzó la mirada al cielo y el viento tocó su hombro como viejo amigo, quizo atreverse a pensar que era ella. Dándole un último adiós. Una despedida. ෴ლ෴ Cuando la tarde se levantó sobre Talsha, Saija volvió al palacio. Cabalgó todo el camino en soledad hasta la entrada de la edificación y como si dentro sólo la pudiera esperar una entidad oscura, esperó y esperó pacientemente. Hasta que no hubo más que esperar. Así que ella entró y caminó a paso lento por los pasillos, llegando al salón principal donde Lucian, vestido enteramente de negro, esperaba sentado. Una camisa y pantalón, botas de montar y una copa de vino en la mano. Eso era todo lo que podía resaltar del rey Darach. Pero Saija sabía que nada era tan simple. Él la miró, en silencio y con atención. La distancia entre ambos se sintió tan amplia como el mar y la tensión tan profunda que tiraba como un rayo en plena tormenta. —Lamento tu pérdida —dijo—. Me abría gustado estar ahí, pero el señor Kadin fue muy específico con quién podía estar presente en la ceremonia. —Era algo familiar —susurró. Saija miró alrededor y agregó:—. Y no estabas vestido para la ocasión. Lucian alzó una ceja, dejó la copa en la mesa y sonrió como un hombre que está a punto de cometer un delito y sabe que disfrutará cada maldito segundo. —Tenemos que hablar, Saija. Y ella sonrió también, pero no había ni un poco de felicidad en el gesto. Saija miró al suelo y caminó dentro del salón con los músculos tensos. En el momento exacto en que las puertas se cerraron tras ella, Saija supo que lo fuera que pasara allí, definiría su futuro para siempre.






