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Capítulo 4: Celos y promesas.

El sol de media tarde refulgía en las armaduras del campo de entrenamiento.

Lucian, sudado y exultante, se sentía poderoso. Desarmando al Capitán Toris con una exhibición de fuerza que no dejaba dudas sobre la habilidad bélica de Varkran.

Su mirada, por décima vez en el último cuarto de hora, se elevó a las gradas de piedra.

Saija estaba sentada sola, con una copa de vino en la mano. Vestía ropa de batalla sencilla, pero su porte era regio. Ella no aplaudía ni se inmutaba. Solo bebía con deliberada calma, como si él no fuera digno de su atención.

Lucian apretó la empuñadura de su espada, sintiendo la rabia y la frustración arder en su pecho.

Fue entonces cuando un hombre alto, de piel oscura y rizos atados, se acercó a ella. El hombre se sentó a su lado con una familiaridad que le pareció una ofensa, y Saija rió como una niña encantada.

Era un sonido alto, claro y despreocupado. Era la risa que Lucian había anhelado por dos años y no había conseguido.

Su mandíbula se tensó. No podía oír sus palabras, pero la cercanía, la comodidad... era todo lo que Lucian no era para ella en ese momento.

Él vio al hombre inclinándose y susurrando algo al oído de Saija, consiguiendo una sonrisa aún más amplia de su parte. Y luego, el golpe de gracia: le dio un beso suave en la frente y le revolvió el cabello.

Lucian sintió que el aire le faltaba. Soltó su espada. No importaba la dignidad, no importaba la realeza. Ese hombre estaba demasiado cerca de quien Lucian consideraba su mujer.

Cuando Saija se levantó, Lucian salió disparado, sin importarle que un sudor frío le cubriera el cuerpo.

෴ლ෴

Lucian la alcanzó cerca de los establos y la tomó del brazo. La tomó con una fuerza que era casi dolorosa, el frío metal de su guante contrastando con la piel de Saija.

—¿Quién diablos era ese? —exigió Lucian, sus ojos grises encendidos por los celos.

Saija levantó una ceja, sin molestarse en retirar su mano. Había un brillo de diversión y burla en sus ojos verdes y dorados.

—¿Quién?

—No juegues conmigo, Saija —gruñó y ella suspiró como si toda la situación no fuera lo suficiente interesante.

—Un amigo. Un buen amigo.

—¿Y la cercanía forma parte del vínculo? ¿Besarte y tocarte? —Lucian acercó su rostro, sin una pizca de suavidad.

—¿Te molesta, Darach? —Ella se cruzó de brazos. Su sonrisa se ensanchó, una provocación descarada—. Tal vez deberías recordar que hasta hace dos días yo era libre de hacer lo que quisiera.

—Eso no...

—Esmer ha estado a mi lado durante la guerra —interrumpió Saija—, no apareciendo como un fantasma para reclamar un premio.

—No soy un fantasma. Soy el hombre que se ha pasado dos años buscándote —Lucian apretó los dientes, manteniendo a raya el impulso de besarla—. Eres la única razón por la que Talsha me importa. Después de esa noche mi mente nunca se recuperó.

Saija soltó una risa áspera, con un toque de burla dolorosa.

—Tu "recuperación" duró dos años, Darach. ¿A qué se debió la demora?

—¡A que tengo un reino que gobernar! ¡Responsabilidades que me consumieron por completo! —gritó Lucian, controlándose de inmediato. Susurró, ahora más letal—. Cuando se presentó la oportunidad de esta alianza, no dudé un segundo. Eres mi condición y no voy a perderte por un simple soldado que no entiende dónde termina su lealtad y empieza mi reclamo. Eres mía, Saija Belanor.

La sonrisa de Saija no desapareció, pero sus ojos se oscurecieron con un brillo de deseo que Lucian reconoció.

—¿Tu condición? —murmuró ella, inclinando ligeramente la cabeza. Era un movimiento calculado para excitarlo—. ¿Y qué si yo no quiero ser tu condición, Lucian?

—Lo harás —aseguró él, su voz era áspera y posesiva, pero sin acercarse más. Odiaba que ella controlara el juego, pero amaba su desafío—. Porque lo que sentimos fue y es real. Y nadie más te hará arder de la forma en que yo lo hago.

Saija le dio la espalda, dejando a Lucian con el rostro contraído por la furia. Había ganado el primer asalto y ella lo sabía.

෴ლ෴

Saija aún estaba un poco molesta con Lucian, pero la oleada de adrenalina que le había provocado su arrebato, la hacía sentirse extrañamente viva.

Beber vino en la oscuridad era su única forma de ordenar sus emociones. El deseo, el miedo y la rabia.

Miró la luna, la marea baja. Tenía que odiar a ese hombre. Un Darach. Pero cada parte de su cuerpo vibraba con la memoria de su toque. Se mordió el labio.

La sombra de Lucian se materializó a sus espaldas. Ella lo sintió. Ignorarlo era su única defensa.

Él se acercó lentamente, hasta que estuvo justo detrás de ella. Y luego, con un movimiento rápido, se deslizó entre sus piernas mientras ella seguía sentada en el borde del balcón. El torso de Lucian rozó el interior de sus muslos. Saija sintió la oleada de calor que recorrió su cuerpo, luchando por mantener su expresión indiferente.

—Aléjate —susurró, pero su voz apenas era un siseo.

—Estoy justo donde quiero —susurró él, con el aliento caliente en su oído.

Saija lo empujó. Lucian rio, un sonido grave lleno de burla y diversión. Se retiró, subiéndose al muro de piedra del balcón, dándole espacio, pero no la vista. El silencio se instaló, pesado y lleno de promesas silenciosas.

—Me desperté esa mañana —dijo Saija, reviviendo el dolor—. Con una máscara como único recuerdo de tu existencia.

—Quería que me recordaras —confesó Lucian, con una honestidad que la desarmó.

—Lo hiciste bien, soldado —Saija sonrió sin alegría—. Durante el primer año, mi mente estuvo llena de ti. Después de eso, ya no he tenido mucho tiempo, como puedes ver.

—Lo sé. Y lo lamento —Lucian bajó la mirada, el brillo plateado de la luna resaltando la fatiga bajo sus ojos.

La mirada de Saija se detuvo en su rostro. Era la primera vez que lo veía humilde. Él no había planeado su encuentro, sino su reencuentro. Y ese pensamiento era suficiente para desmoronar su muro de defensa.

Se acercaron, y Saija lo besó. Fue un beso feroz, no tierno, sino la culminación de la frustración, el enojo y el deseo que la había atormentado durante dos años. Ella lo besó con la rabia de la mujer que había sido abandonada.

Cuando se separaron, Saija estaba jadeando.

—Esto no ha terminado —le advirtió. Había probado el peligro y no podía perder la cabeza con la guerra a solo horas.

Y Lucian la miró con una sonrisa predatoria.

෴ლ෴

La mañana siguiente, la costa estaba llena de hombres y el olor a sal y metal. Saija y Lucian estaban equipados, listos.

Esmer se acercó con el rostro serio.

—Los bárbaros están cerca. Vienen por el lado este —dijo—. Saija, irás por tierra. Lucian, liderarás el frente costero. Mucha suerte, a ambos. Talsha está en sus manos.

Esmer se fue y los cuernos comenzaron a sonar a lo lejos.

Lucian tomó la mano de Saija, apretándola con fuerza. Ella miró la flota enemiga. Un ejército entero, navegando hacia la destrucción.

—Si muero... —comenzó Lucian, su voz tensa.

Saija lo interrumpió, dando un paso al frente y besándolo con una fiereza que no dejaba lugar a dudas. Un beso rápido, decisivo.

—No lo harás —dijo ella, separándose, con el aliento agitado. El contraste entre la dulzura de sus labios y el horror que se avecinaba la golpeó—. No si quieres volver a tenerme.

Saija soltó su mano, se giró y montó su caballo.

El estruendo de los cuernos se intensificó. La guerra había comenzado.

Los soldados cabalgaron hacia la batalla, su alianza sellada por un deseo ardiente y un futuro que dependía de sobrevivir al día.

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