POV Elena
La puerta de la habitación se cerró detrás de nosotros con un clic suave, y el silencio del hotel cayó como una manta limpia sobre mis hombros. Por un instante, me quedé inmóvil con la mano aún en la manija, como si acabara de cruzar un umbral más grande que el pasillo alfombrado y el número dorado en la puerta.
Matthias dejó su maleta junto al armario y se giró hacia mí con esa calma suya que no parecía fabricada, sino natural. Como si el mundo nunca lo apurara.
Yo, en cambio, sentía el corazón demasiado cerca de la garganta.
—Lo siento mucho —dije al fin, y mi voz salió más baja de lo que pretendía—. De verdad. Espero que no te incomode compartir habitación conmigo. Sé que… no es lo ideal.
Matthias arqueó una ceja, divertido.
—Elena… —su tono fue casi una risa—. No estás a punto de confesar un crimen.
Me solté una exhalación tensa, una mezcla de alivio y vergüenza.
—Es que… —me acerqué unos pasos y dejé mi bolso sobre una silla—. No podía. No puedo imaginarme encerrada con