POV Elena
Llegué al museo más temprano de lo habitual.
Había algo en el aire que no me permitía quedarme en casa ni un minuto más. Tal vez era la sensación persistente de que, si me detenía, todo lo que había estado conteniendo desde la noche anterior iba a alcanzarme de golpe. Así que entré a mi oficina, encendí la luz, dejé el bolso sobre la silla y me obligué a pensar solo en trabajo.
Archivos. Fechas. Lenguas muertas. Coordenadas.
Cosas que obedecían reglas claras. Cosas que no traicionaban.
Había decidido avanzar lo más posible en las traducciones pendientes. No porque nadie me lo hubiera pedido con urgencia, sino porque yo necesitaba terminar. Necesitaba cerrar ese ciclo. Cada palabra descifrada era un paso más hacia una salida que todavía no sabía cómo tomar, pero que ya intuía necesaria.
Llevaba apenas una hora trabajando cuando el teléfono sonó.
—Elena —dijo la voz de la asistente de dirección—, ¿puedes subir a la sala de juntas? Es… una reunión urgente.
Urgente.
Esa palabra