POV. Elena
Desperté con un sobresalto tan brusco que el corazón pareció detenerse antes de volver a latir.
Un grito se me quedó atorado en la garganta, la respiración entrecortada, el cuerpo cubierto por un sudor frío que me pegaba la ropa a la piel. No entendía nada. Por unos segundos, no supe dónde estaba ni qué era real. La penumbra del cuarto me envolvía, interrumpida apenas por la luz anaranjada de la vela consumida en el tocador. El aire olía a incienso y cera derretida.
El olor exacto que había en el hospital de mis recuerdos.
—Elena —susurró una voz—. Elena, gracias a Dios…
Me giré sobresaltada. Andrea estaba junto a la cama, con la cara pálida y los ojos rojos. La luz tenue resaltaba su expresión agotada. Tenía las manos entrelazadas como si llevara horas rezando.
—Menos mal —dijo, soltando un suspiro tembloroso—. Menos mal que ya despertaste.
Su voz se quebró al decirlo. Intentó sonreír, pero la sonrisa le tembló.
—¿Qué… pasó? —logré murmurar con la garganta seca.
Ella negó