POV ELENA
Jamás imaginé que una conversación pudiera dejarme tan vacía y tan llena al mismo tiempo.
Cuando le dije a Carlos dijo aquella frase —esa frase absurda y bella que parecía salida de un libro antiguo: “Entonces tendremos que descubrir quién eres sin tus recuerdos… y qué somos, incluso si ya nos matamos una vez”— algo en mí se quebró. O sanó. O despertó. No lo sé con certeza.
Solo sé que la frustración empezó a hervir dentro de mi pecho mientras lo veía ahí, frente a mí, con esos ojos inquietos que no logran ocultar nada.
No recuerda. No recuerda nada. Y aun así… siente.
Yo lo veo. Yo lo sé.
Los recuerdos que me visitan entre sueños no son simples delirios. No pueden serlo. No cuando la piel me arde igual que cuando él roza mi mejilla. No cuando la voz de ese otro tiempo todavía me llama por mi nombre… aunque no sé si era el mismo nombre, o solo una sensación envuelta en luz.
Y ahora lo tengo aquí, en mi cocina, mirándome como quien intenta reconocer algo que perdió en otra v