ZAFIRO
—Señorita— me llamó la directora haciendo una mueca al ver a Lucían a mi lado sin el maldito uniforme que en cuanto tuviera oportunidad cambiaría por uno menos ridículo.— ¿Y usted es...?
Rodé los ojos y seguí caminando para ignorar a la vieja chismosa que estaba a punto de pensionarse como entrenadora profesional de uno de los mejores internados así que no tenía de qué más quejarme de ella.
Hice una mueca de incomodidad porque ahora sentía el pequeño ardor en mis labios vaginales gracias a Lucían e incluso el roce con la bragas que llevaba puestas, y que siempre cargaba en mi bolsa de mano, era incómodo pero no me quejaría ni un poco porque lo había disfrutado.
—Soy uno de los prometidos de la princesa— respondió dejandome paralizada por unos segundos en los que lograron alcanzarme.— Príncipe Lucían Demian— se presentó al tomarme de la cintura y salí de mi trance de manera inmediata al soltarme de manera brusca de su agarre.— El señor de los muertos— esas últimas palabras hicie