—Tú conoces mis motivos, Lucían— susurré al verlo posarse a mis espaldas a través del espejo.— Tú más que nadie...— me vi interrumpida al soltar un jadeo debido a la fuerte nalgada que él me dio y que resonó en todo el baño avivando aún más esas ganas que me tenían con la piel ardiendo y con una creciente humedad entre mis piernas.
Estaba sensible debido a la necesidad causada por el lazo y su toque en mi piel fue el detonante que me hizo arder aún más en un deseo en el que no quería caer, o eso creía. Necesitábamos hablar y eso lo tenía claro pero también quería retrasarlo lo más que pudiera y por ello me estaba esforzando en evitarlos.
Quise darme la vuelta para verlo pero mis piernas no me respondían y, además, sabía que si algo más salía de mi boca no sería capaz de enfrentarlo, todavía, no con él mirándome a los ojos de aquella forma que derretía mi corazón y hacía hervir mi sangre recordándome lo mucho que amaba a ese hombre desde que era una niña.
¿De qué me servía negar que am