verdades ocultas

--

La mañana siguiente no trajo alivio, sino una tensión aún más palpable. Valentina se despertó con el recuerdo del beso de Alexander, con el sabor a verdad mezclado con manipulación. No sabía si sentía amor, miedo o simplemente fascinación por un hombre que la había tenido bajo su control desde antes de que ella siquiera lo conociera.

Bajó al desayuno con el sobre en la mano, pero esta vez no era un contrato ni una orden. Era una carta. La abrió con cuidado y leyó:

"Valentina, hoy tendrás la oportunidad de decidir. No es solo tu vida, sino la de todos los que te rodean. La verdad tiene un precio. —."

El mensaje era escueto, pero suficiente para hacer que su corazón se acelerara. No era solo un recordatorio de que estaba atrapada, sino también una invitación a descubrir lo que él realmente planeaba.

---

Alexander apareció en la mesa minutos después, impecable como siempre, con su mirada afilada y esa presencia que parecía llenar la habitación sin esfuerzo.

—Buenos días —dijo con voz tranquila—. Espero que hayas dormido bien.

Valentina lo miró con cautela. No quería mostrar debilidad, pero tampoco podía ignorar la mezcla de emociones que le provocaba.

—¿Qué significa esto? —preguntó, levantando la carta.

—Solo una advertencia —contestó él, sirviéndose café—. El desayuno no es lo único que está servido esta mañana. Hay decisiones que no pueden posponerse.

Valentina frunció el ceño.

—¿Qué decisiones?

—Sobre tu papel en mi mundo —respondió con naturalidad—. Hay personas que no entienden de medias tintas. O estás conmigo, o estás contra mí.

Ella respiró hondo. Por primera vez, entendió que aquel matrimonio no era solo una cuestión de protección o dinero. Era un juego de poder, de manipulación, de secretos enterrados. Y Alexander era un maestro en todo ello.

—Entonces explícame todo —dijo finalmente—. Quiero la verdad, sin rodeos.

Él la observó durante un largo minuto. La intensidad de su mirada era casi física. Luego asintió lentamente y se levantó.

—Muy bien. Pero lo que vas a escuchar cambiará la manera en que me ves. No estoy seguro de que quieras seguir adelante después de esto.

Valentina no dudó.

—Quiero.

Alexander suspiró y, con pasos medidos, la condujo al ala oeste de la mansión. La misma ala que había explorado a escondidas. Ahora, sin llaves ni cerraduras, parecía diferente: menos prohibida y más ominosa.

—Aquí —dijo, señalando una puerta oculta detrás de un tapiz—. Esta habitación guarda todo lo que fui y lo que he perdido. Si quieres respuestas, este es el lugar.

Valentina tragó saliva y empujó la puerta. Dentro había un escritorio con montones de papeles, fotografías y cartas antiguas. En el centro, un álbum familiar abierto.

—Mi madre —dijo Alexander, acercándose lentamente—. Todo lo que ves aquí es la historia que nadie quiere contar.

Se sentó frente a ella, y por primera vez, la frialdad dio paso a un momento de vulnerabilidad.

—Ella confiaba en todos, y todos le fallaron. Su esposo, mis tutores, mis socios… y Camila —dijo con un hilo de voz quebrado—. No fue un suicidio… fue una traición disfrazada de destino.

Valentina tomó su mano, sin pensar. La dureza que él mostraba desaparecía bajo la sombra de su dolor.

—Lo siento, Alexander. No puedo imaginar lo que sentiste.

—No quiero que lo imagines —dijo él, apretando sus propios dedos sobre los de ella—. Solo quiero que entiendas que todo lo que hago… tiene un propósito. Y tú… tú eres parte de ese propósito.

Valentina lo miró, y por primera vez, vio más allá del hombre poderoso y manipulador. Vio al niño que había perdido a su madre, al hombre que había construido su imperio sobre dolor y venganza, y al ser que, de alguna manera, la había elegido no solo por utilidad, sino por respeto a su fuerza y dignidad.

Un silencio pesado llenó la habitación. La verdad estaba ahí, al alcance de sus manos, pero con ella venía también una decisión imposible: quedarse junto a él en este mundo de secretos y peligro, o luchar sola, con la incertidumbre como única aliada.

Alexander se inclinó hacia ella de nuevo, pero esta vez no fue un beso de confesión, sino de promesa.

—Mañana, todo cambiará —susurró—. Prepárate para elegir, Valentina.

Ella asintió lentamente, sintiendo cómo su corazón latía entre miedo y fascinación. La mansión, los secretos, Alexander… todo estaba a punto de explotar, y ella estaba atrapada en el centro.

---

A la mañana siguiente, Valentina se levantó antes del amanecer. La carta de Alexander seguía resonando en su mente: “Prepárate para elegir”. No sabía si la decisión sería suya o si él ya la había tomado por ella.

Desayunó con cuidado, evitando mirarlo demasiado. Alexander entró a la sala con su porte habitual, elegante y frío, pero con un dejo de urgencia que no había mostrado antes.

—Hoy verás todo —dijo simplemente, tomando asiento—. Pero antes, debes prometerme que no te dejarás llevar por la rabia.

—Prometo —contestó Valentina, aunque no estaba segura de poder cumplirlo.

—Bien. Entonces vamos —dijo, guiándola hacia la salida.

---

El destino era el Café de las Rosas. Camila ya estaba esperándola, con su típica sonrisa arrogante y sus ojos que parecían capaces de atravesar el alma.

—Llegaste —dijo, como si Valentina fuera la invitada, no la protagonista—. Qué puntual.

—No vine a charlar —replicó Valentina, decidida a no mostrar temor.

—Oh, no te preocupes —respondió Camila, sirviendo café—. Hoy hablaremos de lo que realmente importa. Alexander no es quien crees. Ni yo tampoco.

Valentina lo sabía, pero necesitaba escucharlo de boca de Camila.

—Entonces habla.

Camila tomó un sorbo y sonrió, casi divertida por la tensión que emanaba Valentina.

—Alexander te eligió… sí. Pero no por ti. Por lo que representas. Por lo que significa tenerte cerca mientras destruye a quienes lo traicionaron. Tú eres el instrumento perfecto.

—¿Y tú eres la víctima, verdad? —preguntó Valentina, con el ceño fruncido.

—Fui la reina. Ahora… soy la amenaza. Pero no me malinterpretes. No vine a buscar aliados, vine a ofrecerte una opción. Estar con él… o contra él.

Valentina tragó saliva. Todo encajaba con lo que Alexander había insinuado, pero escuchar la versión de Camila la obligaba a confrontar la realidad: no había espacio para dudas.

—¿Y qué quieres que haga? —preguntó con voz firme.

—Que abras los ojos antes de que sea tarde. Que decidas si quieres ser parte del juego o convertirte en víctima.

El sonido del viento afuera parecía amplificar la tensión. Valentina comprendió que Camila no solo era una rival, sino un reflejo de lo que Alexander podía convertirse si ella tomaba una decisión equivocada.

---

De regreso en la mansión, Valentina se encerró en la biblioteca. Revisó los documentos que había visto antes, tratando de conectar cada pista: la fundación, el testamento, los movimientos financieros, los secretos familiares. Todo apuntaba a un plan meticuloso de Alexander.

—Él… me conocía desde antes —murmuró, recordando la conversación con su madre—. Tres años… observándome, estudiándome, eligiéndome.

Su mente giraba entre ira, incredulidad y un extraño respeto por el hombre que había construido su imperio sobre dolor y venganza. No era solo un esposo; era un estratega, un maestro de secretos y de manipulación. Y ella había caído en su juego desde el primer día, aunque pensara que era su elección.

El sonido de pasos la sacó de sus pensamientos. Alexander estaba de pie en la puerta, la sombra de su figura recortada por la luz de la biblioteca.

—Has entendido demasiado —dijo con voz baja, pero firme—. Y eso me alegra. Pero también significa que el momento ha llegado.

Valentina se levantó, con los papeles en la mano.

—Estoy lista. Dime qué quieres que haga.

Alexander se acercó y, por primera vez, su frialdad se mezcló con vulnerabilidad.

—No quiero que sigas siendo una pieza. Quiero que elijas. No por mí, sino por ti.

Valentina respiró hondo. Sabía que la decisión no solo definiría su futuro con Alexander, sino también su propia libertad.

—Entonces… elijo —dijo con determinación—. Pero no como instrumento. Sino como mujer que decide enfrentar todo, contigo o contra ti.

Alexander asintió lentamente, la intensidad de su mirada suavizándose apenas.

—Eso… cambia todo —susurró.

Y en ese instante, entre secretos, mentiras y confesiones, Valentina comprendió algo crucial: aunque Alexander la había elegido desde antes, la verdadera elección ahora era suya.

---

Esa tarde, Valentina decidió que era hora de enfrentar a Camila nuevamente. El encuentro sería en el mismo Café de las Rosas, pero esta vez, ella estaba decidida a no ser un peón.

Al entrar, Camila ya la esperaba, con su habitual sonrisa de superioridad.

—Ah, ahí estás —dijo, dejando su café sobre la mesa—. Pensé que no aparecerías.

—Vine a hablar contigo —respondió Valentina, con voz firme—. Ya sé lo que eres y lo que él planea. No voy a ser una víctima.

Camila arqueó una ceja, divertida.

—¿Ah, sí? —dijo, inclinándose hacia adelante—. ¿Y qué piensas hacer? ¿Enfrentarme? ¿Crees que puedes ganarme sola?

—No estoy sola —replicó Valentina—. Y no quiero ganarte… solo quiero que sepas que no me manipularás.

Camila sonrió, pero su expresión cambió, tornando en una mezcla de respeto y amenaza.

—Valentina… deberías entender algo. Este juego no tiene reglas para débiles. Si decides quedarte cerca de Alexander, estarás jugando con fuego. Y si decides alejarte, todos los secretos que quieres proteger podrían destruirte a ti y a los que amas.

Valentina no se inmutó. Por primera vez, entendió que Camila no era solo un obstáculo; era un espejo del poder y la ambición de Alexander, una prueba de que el mundo que él había construido estaba lleno de trampas.

—Entonces todo depende de mí —dijo finalmente—. Pero ya no voy a temer. Ni a ti, ni a él.

Camila se inclinó hacia atrás, evaluándola con cautela, como si Valentina hubiera cambiado algo fundamental.

—Muy bien —dijo con voz fría—. Te advierto que la siguiente jugada no será solo de palabras. Prepárate. Porque cuando Alexander descubra que sabes demasiado… él también pondrá todas sus cartas sobre la mesa.

Valentina se levantó, con determinación.

—Que venga. Estoy lista.

Mientras salía del café, sintió un escalofrío. Camila no había mentido: las decisiones que tomaría en las próximas horas definirían no solo su matrimonio, sino toda la red de secretos y traiciones que envolvía a la familia De La Vega.

Al regresar a la mansión, encontró a Alexander esperándola en la biblioteca, con los papeles del testamento y la fundación extendidos frente a él. La intensidad de su mirada era tal que Valentina supo que no habría vuelta atrás.

—¿Lista para jugar? —preguntó él, casi en un susurro.

Valentina respiró hondo, consciente de que el próximo movimiento cambiaría todo.

—Sí. Pero esta vez, las reglas las pongo yo.

Alexander sonrió apenas, un gesto pequeño pero cargado de significado.

En ese instante, los dos sabían que nada volvería a ser igual. Las piezas estaban sobre la mesa, los secretos al descubierto y la venganza rondando cada movimiento.

---

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP