Me até el cabello y comencé mi rutina nocturna, quitándome el maquillaje mientras me miraba en el espejo.
Dios. La familia Del Fierro era una telenovela andante y parlante.
Primero, el clásico drama nuera contra suegra.
Luego, el lío del hijastro con la madrastra.
¿Y ahora?
¿Medio hermano y media hermana con el corazón roto?
Me pasé una mano por la cara, todavía con la loción en la palma.
“Qué demonios,” murmuré. “¿Es esto una familia o un culebrón de horario estelar?”
Me arrastré hasta la cama, frotándome el suero en las mejillas.
Aún así… la voz temblorosa de Aria resonaba en mi mente.
“Rompiste tu promesa…”
Si la criada de Aria no hubiera llegado antes, habría presenciado a Rafael desmoronarse.
Suspiré, hundiéndome entre las almohadas.
Esta familia era agotadora. Y ni siquiera era oficialmente parte de ella.
Solo una secretaria embarazada que, de alguna manera, seguía siendo arrastrada a cada subplot dramático como protagonista a la fuerza.
“Buenas noches para mí,” murmuré, cubrién