El sonido de los pasos resonaba sobre el mármol blanco mientras Mariam caminaba por el pasillo principal del ala administrativa del palacio. Su túnica de seda real caía con elegancia, arrastrándose levemente tras ella como si quisiera marcar su presencia, y las joyas que adornaban sus muñecas tintineaban con cada movimiento, recordándole el peso que llevaba.
Detrás, Lamis avanzaba en silencio, sosteniendo una tablet donde se desplegaba toda la agenda del día, detallada al segundo. Su presencia era firme, eficiente… casi maternal. Mariam ya no se sorprendía de la magnitud de su rutina, pero eso no la hacía menos agotadora.
—A las diez, reunión con el Ministro de Cultura. A las doce, almuerzo privado con los inversionistas de la escuela de innovación femenina. A las tres, ensayo general de la presentación de gala —enumeraba Lamis con voz neutral—. Y a las seis... el príncipe Zayd solicitó una audiencia personal contigo en el jardín oeste.
Mariam asintió sin detenerse. Ni una sola emoció