La luz del sol entraba filtrada por los visillos del gran ventanal de la habitación. Era un resplandor cálido, pero Mariam no lo sentía así. Sus ojos se abrieron lentamente, desorientados por un momento, como si esperara ver su pequeño apartamento en Bélgica y no la fastuosa cama con dosel cubierta de sábanas de algodón egipcio. El techo tenía molduras doradas. Las paredes estaban cubiertas de seda azul y marfil. No había fotos, ni libros en desorden, ni un solo rastro de su vida anterior. Nada que le recordara a Sandra.
Solo era Mariam, princesa de la casa Shalabi. Se sentó en la cama con lentitud, apretando los dientes mientras repasaba mentalmente la noche anterior. La presentación, el encuentro con Adil, el inesperado momento con Zayd. Se había ido a dormir con un torbellino de emociones en el pecho, sin saber si debía sentir alivio o terror. Zayd había sido todo lo que no esperaba: paciente, directo, respetuoso, pero aún así, el compromiso estaba allí, como una cadena invisible q