—Sí —respondió Fernando, también mirando.
Ella seguramente crecería para ser como Aurora.
Una mujer de fuertes convicciones y lealtad.
Una vez dispuesto a dar por una persona.
Del tipo que podía costarte la vida.
¿Cómo no adorarla?
Alfredo suspiró: —Al final, tú tienes más suerte que yo…
Fernando no negó ese hecho.
Alfredo le devolvió Preciosa a Fernando.
No podía llevarlo consigo, aunque no quisiera soltarlo.
Sacó una tarjeta de su bolsillo.
—Es para la niña.
Lo único que podía ofrecer era ayuda financiera.
Fernando no rechazó.
Porque ese dinero era de Alfredo para la niña.
¡No tenía razón, ni derecho, para tomar esa decisión por la niña!
Aceptaría el dinero y lo guardaría para la niña.
Cuando creciera.
Y le diría que la elección era suya.
Se lo entregaría.
Tenía derecho a conocer a su padre biológico.
¡Y a elegir su propia vida!
La apertura y generosidad de Fernando era algo que Alfredo admiraba.
¡Aceptaba su derrota de buen grado!
—Dijiste que me invitarías a beber —recordó Alfredo.