Aún así, la llamada no fue contestada.
Las cejas de Gabriela se fruncieron involuntariamente, un atisbo de preocupación se ocultaba entre ellas.
¿Por qué no podía contactar a Rodrigo?
Incluso Felipe desconocía su paradero, lo cual era muy extraño.
Al sentarse en el coche, preocupada y distraída, olvidó decirle a Águila a dónde ir. Águila, al notar que Gabriela no había dado instrucciones, preguntó: —¿A dónde vamos?
Gabriela solo sentía un dolor de cabeza.
No podía contactar a Rodrigo y tenía sus propios problemas.
Cerró los ojos por un momento: —Volvamos a casa.
Águila, viendo su estado de agitación a través del espejo retrovisor, condujo en silencio.
Al llegar a casa, lo primero que hizo Gabriela fue preguntar: —¿Ha vuelto Rodrigo Lozano?
—No todavía —respondió Yolanda, observando a su hija. —¿Estás usando su nombre completo para referirte a él?
Gabriela se quedó sin palabras.
¡Estaba ansiosa!
No podía contactar a Rodrigo y estaba muy preocupada.
Pero frente a Yolanda, trató de actuar