Viendo su reacción tan nerviosa, Felipe preguntó: —¿Ha pasado algo?
Gabriela negó con la cabeza: —Solo que no puedo contactar a Rodrigo.
Felipe pensó por un momento y dijo: —Quizás el Sr. Lozano esté ocupado, o su teléfono se haya quedado sin batería. No te preocupes, no pasará nada.
Gabriela respiró hondo: —Sí, no estoy preocupada.
Ella se dio la vuelta para irse.​
Pero Felipe, dándose cuenta, la siguió hasta el ascensor. Justo cuando Gabriela iba a entrar, Felipe la llamó: —¿Vienes a buscar al Sr. Lozano por algún asunto?
Gabriela se detuvo y miró hacia atrás: —No es nada importante.
—Si tienes algún problema, puedo ayudar —dijo Felipe.
Gabriela se quedó callada por un momento y luego admitió: —De hecho, hay un pequeño problema.
Felipe sugirió: —¿Vamos a mi oficina?
Gabriela aceptó y fue a la oficina de Felipe, quien le preparó un café y lo puso delante de ella. —¿Qué pasa?
Preguntó mientras se sentaba.
Gabriela fue directa al grano: —Necesito un abogado confiable. ¿Ha