Hacía tiempo que no volvía a la villa porque no quería que ocurriera otra vez lo mismo que aquel día.
Quién sabía que esa mujer volvería a irrumpir en su vida.
¡Y vestida como una mujer ligera!
Al verla vestida de esta forma tan frívola para complacer a los hombres.
Eataba tan enfatado que quería estrangularla.
Si él no hubiera estado aquí, ¿ella también habría estado flirteando con otros hombres?
Cuanto más pensaba en ello, más se enfurecía, y sentía una rabia incontrolable que se le metía directamente en el cerebro y le impedía pensar.
¡Todo lo que quería era poseer a esa mujer!
La acción fue tan rápida que Gabriela ni siquiera se percató de su intención, y para cuando reaccionó, sus suaves labios ya estaban cubiertos.
—Uy...
Intentó forcejear, pero apenas movió las manos, Rodrigo las agarró y empujó por encima de la cabeza y las sujetó al respaldo del asiento.
Rodrigo estaba brutal y fuerte, sin un ápice de cariño, más bien un castigo, ¡una ingesta constante de posesión!
Los labios