Pasado amargo

Al llegar al corporativo, Marcus le pidió a Maya que caminara a su lado, le mostraría las instalaciones, era un edificio de pocos pisos, pero muy amplios.

Maya notó que las chicas se desvivían por llamar la atención de su jefe, él parecía no darse cuenta, aunque eran tan obvias que era imposible no notarlo.

Los hombres lo saludaban con cordialidad, más que temerle, parecían respetarlo.

—Veo que se ha ganado el respeto de sus empleados.

—Todo el personal es indispensable para está empresa, desde el puesto más bajo hasta el más alto, sin ellos el corporativo no existiría, siempre procuro hacerles saber que son importantes.

Aquello sorprendió por completo a Maya, no esperaba que Marcus tratara de aquella manera a sus empleados, había leído que era un hombre arrogante, tal vez aquello era tan solo un teatro para que en el libro no quedará plasmada su verdadera personalidad.

Poco después de terminar de recorrer las instalaciones. Marcus le pidió que lo acompañara a su oficina, había adecuado un lugar para ella ahí mismo, así podría observar mientras cumplía con su trabajo.

Al abrir la puerta de la oficina, Marcus se sorprendió, dentro estaba Jeanne acompañada de su padre, el hombre lucía furioso, enseguida se acercó y tomó por la camisa a Marcus, Maya se quedó petrificada, sin saber qué hacer ante lo que estaba observando.

—Así que eres tú de nuevo, por lo visto no has entendido que Marcus es mi hombre — dijo Jeanne mientras se acercaba a Maya.

Lo siguiente fue un verdadero caos, Marcus no permitía jamás que nadie le pusiera encima un solo dedo, había sido maltratado durante su niñez por su abuelo paterno, al igual que su madre.

Tomó por el cuello al padre de Jeanne, el hombre estaba bastante pasado de peso, pero para Marcus fue como levantar algo ligero.

En tu estúpida vida se te ocurra volver a tocarme, porque si lo vuelves a hacer, te aplastaré como a un insecto.

Los ojos aceituna de Marcus habían enrojecido al instante, mientras tanto, Maya sostenía las manos de Jeanne que intentaba golpearla, tampoco estaba acostumbraba a dejarse, pero estaba en su trabajo, y eso no le formaría una buena imagen.

Marcus lanzó al padre de Jeanne a un lado, después tomó a la chica por los brazos.

—Es suficiente, Jeanne, sal de aquí con tu padre, y no vuelvan jamás a cruzarse en mi camino, o me encargaré de destruir a su familia de la peor manera, creo que me conoces lo suficiente y sabes que no juego.

—Marcus, casate conmigo, te daré todo lo que tengo, tan solo no me alejes de tu lado, es más, sí esta mujer te interesa, no me opondré a que tengas que ver con ella, haré como que no sé que es tu amante.

Maya no podía creer lo que estaba escuchando, ¿Hasta que punto era capaz de humillarse esa mujer por Marcus? 

Los empleados se habían juntado en la puerta de la oficina, todos estaban murmurando.

—Aquí no hay nada que ver, se acabó el espectáculo, regresen de inmediato a su trabajo —Marcus lo dijo casi gritando, todos se retiraron de inmediato.

Enseguida llamó a los guardaespaldas para que sacarán a Jeanne y a su padre.

—Esto no se va a quedar así, Marcus Arched, te hundiré, nos has humillado, mi hija será el hazmerreír de toda la sociedad de Sicilia, eres un poco hombre —gritó mientras los guardaespaldas lo arrastraban prácticamente hasta la salida.

—Lo siento, esto no debe quedar plasmado en el libro, sería vergonzoso.

—No pensaba incluir algo como esto.

El resto de la mañana fue tranquilo, Marcus trabajó revisando y firmando varios contratos, Maya desde el espacio que habían adaptado para ella, lo observaba atentamente, parecía totalmente concentrado en su trabajo.

Como mujer entendía perfectamente lo que su madre había visto en aquel hombre, pero como hija al pensarlo le daba asco, Marcus Arched se había acostado con su madre años atrás, y el hecho de que fuera demasiado atractivo no podía cambiarlo.

Su padre había dejado una carta para ella sobre el escritorio el día de su muerte, su madre la guardó bajo llave, con el pretexto de que era muy pequeña para leer las últimas palabras de su padre, años después le dijo que la carta se había extraviado.

Marcus la observaba discretamente de vez en cuando, parecía perdida en sus pensamientos, recorrió con la mirada su rostro, era perfecto, de facciones finas y delicadas.

La forma de sus pómulos le daba una agradable apariencia simétrica, sus ojos color miel eran grandes y expresivos, su pequeña nariz realzaba su perfil, tenía un rostro dulce y hermoso.

Y su cuerpo, aunque no utilizaba ropa demasiado llamativa, era curvilíneo, bien proporcionado, imaginaba que lo recorría con sus manos.

Maya alzó la mirada en ese momento, sus ojos se encontraron, Marcus sostuvo sobre ella su profunda mirada, la chica se sintió nerviosa, pero logró fingir que no lo estaba.

—¿Sucede algo?

—No, solo que parecías muy concentrada.

—Bueno, tengo que estarlo, es mi trabajo.

—Creo que es hora de que salgamos a comer, hay un excelente restaurante cerca, podremos ir caminando.

Maya asintió, la verdad era que tenía hambre, le sucedía siempre que se sentía nerviosa, comer era su manera de tranquilizarse.

Al llegar al restaurante, enseguida los guiaron hasta la mejor mesa, mientras esperaban que les llevarán la comida, Maya decidió que era tiempo que Marcus empezara a hablar sobre su pasado.

—Creo que no puedo trabajar si no me das material para hacerlo, necesito que me cuentes cosas de tu pasado, desde tu niñez hasta este año.

Mi madre era originaría de Brasil, llegó a Estados Unidos indocumentada, era muy joven, tiempo después mientras sus documentos estaban en proceso, consiguió un permiso de trabajo.

Entró a trabajar en el corporativo Capellarí, el CEO era mi padre, él ya estaba casado, así que cuando mi madre quedó embarazada, la despidió inmediatamente.

Su esposa se encargó de que mi madre no fuera contratada, durante su embarazo sobrevivió pidiendo en las calles, dormía debajo de un puente, ahí fue a donde me dio a luz.

Maya abrió los ojos enormemente, era muy fuerte la historia que Marcus estaba contando, se preguntaba si es que era verdad la historia trágica de su madre.

—Viví mis primeros años debajo de ese puente, el padre de mi madre, que tenía otra familia en Los Ángeles, no había querido recibirla anteriormente, porque su esposa se negaba a hacerlo, por fin logró convencerla.

Tenía seis años, y aun recuerdo lo bien que se sintió dormir por fin en un lugar cálido, protegido de las inclemencias del tiempo, pero todo fue una ilusión, tan solo eso.

Mi madre debía de ayudar en el negocio de mi abuelo, así que me dejaba a su cuidado, el viejo era muy duro, poco después empezó a golpearme, mi madre por temor de volver a la calle, fingía no darse cuenta.

Cuando tuve edad, empecé a trabajar en el supermercado, cargaba la bolsa de compras de las personas, lo hacía a escondidas de los empleados, por mi edad, no me estaba permitido ese trabajo.

Así fui creciendo, trabajando en lo que podía, para pagarme los estudios, a veces creía que tal vez si le vendía mi alma al diablo lograría salir de esa vida miserable.

No sabía quién era mi padre, pero lo odiaba demasiado, mi madre se negaba a decirme la verdad,no quería lastimarme, un día regresé del trabajo, encontré a mi madre tirada en medio de un charco de sangre, mi abuelo la había golpeado.

Era tan solo un adolescente, pero no pude controlarme, lo golpeé hasta cansarme, estuve dos años en la prisión para menores, cuando salí, me encontré con que el viejo había corrido a mi madre, ella había vuelto a la calle.

Maya pudo ver la amargura con la que Marcus decía aquellas palabras, pero aún así dudaba de su veracidad, tal vez deseaba que quien leyera el libro lo admirara.

—Está vez fue peor, mi madre estaba enferma, una enfermedad terminal me la estaba quitando, trabaje el doble, dejé los estudios, tenía que esforzarme para sacarla adelante, doblando turnos logré pagar un lugar decente.

Pero no podía comprar todos los medicamentos que eran necesarios, así su vida se fue apagando, poco después de que ella murió, me contacto mi padre, ya tenía veintiún años, no tienes idea el desprecio que sentía por ese hombre.

Su esposa y su hijo habían muerto, yo era su único heredero, su sangre como él mismo me lo dijo en su lecho de muerte, tengo una tía y una prima, pero no les heredó nada por despreciables, después de todo creo que lo hiena lo llevan en la sangre al igual que mi padre, aún así he decidido ayudarlas.

Maya sentía que aquellas palabras giraban dentro de su mente a gran velocidad hasta marearse, por un momento llegó a sentir lástima por él al escucharle, pero desapareció al recordar a su padre.

—Siento mucho lo dura que ha sido tu vida.

—No te lo cuento para que sientas lástima por mí, simplemente deseo que todo quede plasmado, sin mentirás, sin ocultar nada.

—En ese tiempo que tuviste que trabajar duro para sacar adelante a tu madre, ¿Ocurrió algo de lo que debas avergonzarte? ¿Te viste obligado a hacer cosas indebidas de las que debas arrepentirte? Perdón por la pregunta, pero debo saber cualquier detalle.

—No, no hay nada indebido por lo que deba avergonzarme.

Por un momento Maya pensó que sería totalmente sincero respecto a su pasado, pero se dio cuenta de que se había equivocado, quería que se formaran de él la imagen de un hombre que había sufrido, no la de un culpable.

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