El alfa enamorado
El alfa enamorado
Por: RZ
Capítulo 1

Maldición, maldición.

—¿Tiene que ser ahora mismo?

Kary mientras hablaba ya se estaba poniendo unos pantalones limpios, justo acababa de llegar del trabajo, exhausta solo pensaba en darse una ducha rápida y dormir, sin embargo esa llamada que recibió al salir del baño, la puso en alerta, olvidando momentáneamente su cansancio.

—El príncipe está muy preocupado por su mascota y no confía en los veterinarios del país, por lo que su presencia es solicitada con urgencia…

Maldijo por cuarta vez al no encontrar sus zapatos.

—Lo entiendo, lo entiendo y es totalmente razonable—murmuró distraída mirando por todos lados su zapato izquierdo perdido—. Sin embargo es de noche, nadie trabaja a esta hora y acabo de llegar…

—Créame señorita Kary, el príncipe heredero está muy consciente sobre ese hecho y dijo que planea recompensar su buena voluntad de manera generosa.

Se masticó la mejilla interna poniendo algunas prendas al azar dentro de la primera maleta que encontró. Aunque esté haciendo esas preguntas queriendo negarse, Kary sabe que no lo hará. Por dos razones: En primer lugar porque el secretario del príncipe ya la puso al día sobre la condición del pobre conejito y según sus sospechas no era nada fácil de tratar esa dolencia. No dejaría morir a una criatura de esa manera y la segunda razón, es bastante más lógica: nadie le dice que no a la corona.

—Bien, pero por más que me metan prisa yo no puedo comprar boletos a esta hora. Es muy de noche, las agencias todas están cerradas y…

Escuchó un traqueteo al otro lado de la línea, la rubia supuso que el secretario estaba hablando o coordinando con alguien al lado. Quizás su jefe mismo estaba allí.

—Me informa el príncipe que ya envió su avión privado para que usted, señorita, pueda llegar rápidamente y sin contratiempos. No habrá problema alguno.

Un escalofrío la recorrió. Nunca fue fanática de los aviones y menos viajar al otro lado del mundo de manera urgente, porque sí, esta era una situación urgente. Muchas variables podrían salir mal, desde el simple hecho de olvidarse de cerrar su departamento hasta morir al cruzar la calle que está frente a su casa.

Esa es la ley de Murphy. "Todo lo que puede salir mal, saldrá mal"

—Vale, solo unos minutos más para seguir guardando mis cosas…

El secretario soltó un ruido de desaprobación—. No es necesario y desperdicia tiempo valioso. Aquí se le proporcionará todo lo necesario y más, señorita Kary. Solo debe partir inmediatamente al aeropuerto ya que el avión llegará en aproximadamente una hora.

—¿¡Una hora!?—se escandalizó casi soltando su celular—. ¡Es lo que me toma llegar al aeropuerto en un buen día relajado y sin atascos de tráfico! ¡No puede…!

—Señorita Kary—Mierda, la mujer ya conocía ese tono de voz, casi trayendo malísimos recuerdos. Casi. Es un tono de voz que no admite ningún rechazo y da por finalizado cualquier tipo de intercambio—. Que tenga un buen viaje y que la suerte siempre esté de su lado.

Tu tu tu tu tu, el sonido del celular cortando la llamada.

Negó con la cabeza al mirar que solo le quedaban cincuenta y cinco minutos y se apresuró hacia la puerta sin querer hacer que la realeza esperara por ella.

Maldiciones y más maldiciones. Kary sabía que no debió haberse levantado de la cama ese día y tampoco haber contestado el celular en toda la jornada.

(...)

El aeropuerto no estaba tan abarrotado como pensó que estaría, era de muy noche, por lo que tuvo que mirar cuidadosamente dónde estaría su lugar. A los pocos minutos encontró a un hombre barbudo con traje azul sosteniendo un cartel enorme con su nombre.

Vaya, sí que ese hombre es bien parecido. Cabello sedoso, atado en una coleta alta, barba recortada, mandíbula cuadrada. Fiuf fiuf, todo un verdadero hombre.

—¿Señorita Kary Mish?

Forzó una sonrisa amistosa y amable. Aún no estaba cómoda con viajar, pero ese pobre hombre solo seguía órdenes, así como ella. Ambos peones de la m*****a corona real. ¿Por qué tenían que hacer caso? Su propio país tenía un presidente, no estaban regidos por la monarquía.

—La misma que viste y calza. Mucho gusto señor…

El hombre le dio la mano y asintió —. Solo llámame Capitán R.

—Bien, Capitán R, ¿Cómo nos organizamos?

El Capitán ya le había quitado la maleta de la mano y caminó dos pasos para luego volver la cabeza con el ceño fruncido cómo diciendo "¿Todavía no te has movido de ahí?"

—No tenemos tiempo. El príncipe no tiene buen humor si se lo deja esperando.

Kary cerró la boca inmediatamente y comenzó a caminar justo pisando sus talones. ¿Acaso la gente que trabaja con la realeza no sabe lo que es la gentileza o la calma?

Para cuando se quiso dar cuenta, ya estaba sentada en el avión privado, recostada en un asiento que probablemente vale más que todo su departamento y una moza muy amable le sonreía mientras le servía una copa de champagne.

Vale, sí que los ricos saben cómo viajar con comodidad.

—Si desea algo más, señorita Kary, puede simplemente oprimir el botón del costado del sillón. Vendré inmediatamente—la azafata señaló el otro compartimiento cerrado.

Claro que ella también tendría un lugar propio. Duh.

Con una "gracias" amable se retiró y minutos después, no se enteró cuando quedó completamente dormida.

(...)

Varias horas después, despertó por una turbulencia tan grande como un terremoto. Miró asustada hacia todos lados solo para encontrar a la moza y al piloto discutiendo a voz no tan baja en la cabina que se encontraba a unos metros de ella.

Ambos traían una expresión dura y grave en sus rostros, gesticulaban ampliamente, señalando nada en particular.

—¿Está pasando algo?

Ambos cerraron la boca y la miraron lentamente. El avión volvió a hacer un movimiento brusco que casi la hace volar de su asiento, al ruido se le acaba de sumar pitidos de distintos lados y las luces comenzaron a parpadear de forma abrupta.

El Capitán R maldijo en un idioma extraño a su pobre entendimiento sobre lenguas y la aeromoza se apresuró a su lado.

—No te preocupes, hay una especie de desperfecto en el motor, el capitán hará todo lo posible por hacer un aterrizaje forzoso y…

Su mente se desconectó al escuchar "desperfecto en el motor". Todas sus pesadillas volvieron a su cabeza, todas esas escenas horribles de las películas de terror, de las películas "Destino final" cobraron vida en un santiamén.

—¡No!—chilló—. ¿Qué? ¿Qué va a…?

Escuchó como el piloto gritó algo por encima del horrible traqueteo dentro del avión y lentamente, como sacado de una escena de acción, la moza perdió el color de su rostro, como si fuese a vomitar ahí mismo.

Antes siquiera de que la azafata pudiera advertirle de lo que sea que el piloto le dijo, cayeron en picado a una velocidad mortal.

Gritó cuando la moza chocó contra una de las paredes y quiso quitarse el cinturón de seguridad para ayudarla pero otro traqueteo hizo que su cabeza impactara con brutal fuerza contra el metal.

Por inercia llevó una mano a su cabeza, la lengua le sabía a cobre, su estómago se revolvió horriblemente y su visión se volvió borrosa, pero pudo vislumbrar el color carmesí entre sus dedos.

M****a. Si no muere por el impacto del avión, probablemente muera desangrada en cualquier océano.

«Perdón, conejito. No pude salvarte»

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