CAPÍTULO 51

—¡Hola a todos! —saludó Clarisse muy eufórica.

—Hola, Sirenita. ¿Cómo estás? —saludó su padre a través de la pantalla.

—Estoy bien bastante bien, papá —respondió, sonriente.

—¿Segura? He estado al pendiente del reporte del clima en Seattle y la presión ha disminuido bastante y las precipitaciones son constantes —señaló el hombre de cabello oscuro y ojos azules.

—No te preocupes. Eso es algo bastante normal en esta ciudad. Creo que por eso la llaman la Ciudad de los Vientos… o algo así —rio al dudar de que acertara.

—¡Clarisse! —gritó su hermanito que cada vez se veía más grande y eso le causó sentimiento a la chica.

—Hola, Renacuajo.

—Ya no soy un renacuajo. Ahora soy un tritón —declaró el niño de once años. Tenía un gran parecido con su padre, aunque al igual que ella, heredó la pequeña nariz de su madre—. Acostúmbrate, hermana. Estoy creciendo.

—Eso lo puedo ver. Cuando me vine tenías sólo seis años y ahora estás enorme —dijo la chica sin perder la sonrisa.

Clarisse amaba platicar c
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